Un homeópata en el centenario de Miguel Delibes
Mi vida de escritor no sería como es si no se apoyase en un fondo moral inalterable. Ética y estética se han dado la mano en todos los aspectos de mi vida.
Miguel Delibes
Abro las primeras páginas de la novela El Hereje1 y encuentro una dedicatoria como recuerdo del momento en el que el libro llegó a nuestras manos: Burgos, 30 de noviembre de 1998, inauguración de nuestra nueva casa en la calle Julio Sáez de la Hoya.
Con el libro en la mano, observo algunos detalles adicionales que influyeron en su adquisición como la imagen del cuadro de Georges de La Tour, un pintor que siempre me ha fascinado y que me transporta a la casa de Santander cuando era médico residente.
Antes de ponerme a escribir, pienso en la frase de Miguel Delibes que me transmite una idea clave. Un ideario que espero me sirva de guía en la lectura y reflexiones sobre su obra.
Ética, representada en su vida y obra. Estética como reverso de esa misma moneda, en su estilo y la riqueza de su lenguaje castellano. Bondad y belleza como alfa y omega en permanente encuentro.
Ética y estética como ejemplo, como cotidiana aspiración de todo profesional, especialmente de aquellos que nos dedicamos a las personas, al cuidado de las personas.
El día 17 de octubre de 2020 se cumplieron cien años del nacimiento de Miguel Delibes, uno de los escritores más importantes del siglo XX de este país que llamamos España y fiel espejo de las principales virtudes del castellano viejo.
Casi un mes antes, tuve la oportunidad de adentrarme junto a Arancha en la “casa” de Delibes a través de la exposición organizada por la Biblioteca Nacional2 recorriendo a través de su obra la biografía, vivencias y aficiones de Delibes y sentí la necesidad imperiosa de sumergirme en la lectura de sus obras. Una lectura, que ha terminado siendo una aventura fascinante, un baño de conocimiento, emoción y humildad.
Mis lecturas de Delibes
El hereje (1998): la peste
En su última novela,1 Delibes nos habla de la epidemia de peste que asoló Valladolid en 1527. Y precisamente desde la peste negra, sabemos que las epidemias no nos igualan ante la muerte como podríamos pensar, porque afectan más a las personas con más desventaja en el orden social.
Cuando escribo estas letras estamos viviendo una pandemia en la que el miedo que invade a los ciudadanos y las diferencias sociales como factor principal de riesgo de enfermedad, muerte o ruina no resultan muy dispares a las del siglo XVI, época en la que transcurre la novela.
En estos dos párrafos seleccionados podríamos reconocer las páginas de un periódico de hoy en día, un noticiero televisivo3, una información en la red o una confesión en privado entre políticos o banqueros:
“El banquero Domenico Neli tranquilizaba a sus colegas de Medina diciéndoles que los muertos de peste eran generalmente pobres y, por tanto, carecían de interés”.
“Habían sido tantos y tan largos los meses pasados desde que se inició la epidemia que los vallisoletanos llegaron a pensar en la posibilidad de una peste permanente. No veían salida”.
Han pasado casi quinientos años, pero a los ojos de los ciudadanos pareciera que los poderosos actúan del mismo modo. Buscan su beneficio, ignoran al pueblo llano, desprecian la ciencia y la filosofía como forma de reflexión y acción y desconfían de los honestos y los sabios. Hoy no creo que preguntaran, por tanto, su opinión a una persona como Delibes.
En la España actual algunos tenemos la sensación de que reinan la intolerancia, el rechazo al diferente y el miedo, con la pandemia de fondo. Un miedo que nos afecta a todos. Miedo a algo tan desconocido como si estuviéramos inmersos en una película de ciencia ficción.
Y aunque el perfil de los herejes del siglo XXI ha evolucionado, siguen siendo en gran medida aspectos políticos, filosóficos, religiosos y científicos las principales causas de persecución institucional, periodística o en redes sociales, porque en esta sociedad del espectáculo4 ninguno está exento del riesgo de ser un hereje.
Inmerso en el miedo circundante el homeópata de hoy en día dispone de varios medicamentos de gran ayuda para mejorar los síntomas de sus pacientes. Síntomas a los que el miedo nos conduce.
Medicamentos de gran ayuda para contrarrestar el miedo como pueden ser Ambra grisea, Arsenicum álbum, Baryta carbonica, Calcarea carbonica, Causticum, Gelsemium, Kalium carbonicum, Phosphorus, Pulsatilla, Silicea, Sepia o Thuya como algunos de los más empleados.
La sombra del ciprés es alargada (1948): la muerte y la nostalgia
Es curioso pensar que la nostalgia
nos ayude a vivir
cuando viene a anunciarnos que la vida
forma ya parte del pasado
Javier Almuzara
Cuando leí este poema de Javier Almuzara no pude dejar de pensar que a lo largo de toda la narración Pedro, el protagonista de la primera obra de Delibes5, que fue premio Nadal en 1947, nos habla de la nostalgia.
Transcurre la vida de Pedro con las murallas y el paisaje urbano de Ávila como telón de fondo en gran parte de su ópera prima.
Una vida con dos presencias; la muerte y la nostalgia. Nostalgia que le impide vivir el presente con sus dulzuras y amarguras. Muerte, tan cercana desde el comienzo por su condición de huérfano, hasta el final, con las pérdidas de las personas más amadas. Muerte y nostalgia compañeras para siempre tras la enfermedad y fallecimiento de su amigo Alfredo.
Hay en el transcurso de sus páginas un cristalino triángulo mortal que cierra la novela desde el comienzo hasta el final.
Junto a la muerte y la nostalgia, hacen presencia la fe, la búsqueda del equilibrio en la vida, la tristeza y el frío de modo que forman un mosaico que tiñe al relato de los tonos grises y negros del pesimismo y la desesperanza especialmente para el lector actual. Colores que constituyen un fiel reflejo de la época en la que fue escrita.
Un claro ejemplo es el momento en el que mientras Pedro sufre en silencio en el frío cementerio avileño por la muerte de su amigo Alfredo, los adultos centran la conversación en el comienzo de la guerra rusojaponesa. Todo es ajeno a su sufrimiento. Una pena en soledad que no puede compartir con nadie. Una desolación que será difícil de aliviar, que parece imposible de curar.
En esas páginas se sitúa la acción en tiempo y lugar. Estamos en Ávila, en los comienzos del siglo XX, más concretamente en 1904.
Antes, el niño Pedro ha sido testigo durante meses de la mala salud de su amigo y le ha acompañado en sus últimos días tras los episodios de hemoptisis que bañaban las ropas y teñían la habitación de sangre en esa casa lúgubre y fría, tan ajena a ambos, compartiendo sus sentimientos de orfandad y abandono por las ausencias de su familia.
Aunque morir de tuberculosis era algo muy frecuente en esos tiempos, la frustración y la cólera de Pedro hacia los adultos y especialmente al médico que no ha sido capaz de hacer nada por su amigo marcaran para siempre su vida, su conducta y sus temores. Y así lo expresa en esos duros momentos: “Maldije internamente a los médicos que dilapidan su vida sin dejarse morder de las preocupaciones de superarse sin percatarse nunca de las dimensiones trascendentales de su misión”.
Una frase que debería retumbarnos a todos y cada uno de los que pretendemos estar al lado de los que sufren. Que debería hacernos mejores. Más presentes. Más conscientes y humanos en el acompañamiento de la enfermedad, de la vida y la muerte de nuestros pacientes.
La vida valía poco en la Europa de hace poco más de cien años. Algo que ahora nos resulta difícil de entender en los países desarrollados hastiados de abundancia, infoxicación, contaminación y basura progresiva en las calles, el lenguaje y la política. Países en los que existe una falsa creencia del poder omnímodo de la medicina.
Algo que un hipocondríaco como Woody Allen expresa muy bien a través de las palabras del protagonista de Midnight in Paris6 cuando elije seguridad antes que belleza al compartir su sueño en voz alta:
– “Me quedaba sin Zitromax y el dentista no tenía Novocaína. ¡Esa gente no tiene antibióticos!”.
A comienzos del siglo XX ni en la provinciana Ávila ni el París capital del arte sus ciudadanos disponían de antibióticos. En este difícil, extraño y aún reciente 2020, su mal uso y abuso están condicionando un riesgo real de llegar en las próximas décadas a una nueva era post antibiótica en la que enfermedades infecciosas fácilmente tratables y curables dejen de serlo.
Recuerdo ahora a mi tío abuelo Crescencio, médico internista que vivió la experiencia ciudadana y rural de la tuberculosis y del que heredé sus tratados de tisiología, aquellos libros extensos en los que solo se hablaba de tuberculosis, que hace muchos años quedaron obsoletos y forman solo parte de la historia de la medicina.
Porque en la medicina como en la vida, cuando se escribe de modo extenso de algún tema suele ser que la ignorancia sobre dicho asunto es capaz de aplastar las pocas luces del conocimiento. Algo que nos sucede con la pandemia actual y nos recuerda que la humildad, la reflexión y el estudio son los pilares en los que deberían basarse la toma de decisiones.
La sombra del ciprés es alargada es una historia de pérdidas. La pérdida de sus padres, la de su esposa y futuro hijo y la de Alfredo, que le lleva a decir: “La primera impresión fue de vacío. Sentía una melancolía póstuma. Sentía un malestar casi físico encarnando mi desasosiego espiritual”.
Historias dentro de una historia en una España fría y triste. Y la búsqueda del equilibrio en la vida como modo de poder estar en un mundo en el que la presencia de la religión inundaba todo.
El humor melancólico como expresión de un posible cuadro depresivo nos llevaría en el caso de que el protagonista hubiese podido acceder a la consulta de un médico homeópata en aquellos años o si fuera una historia actual, al empleo de medicamentos convencionales como psicofármacos, a diversas posibilidades de psicoterapia, pero también buscar la ayuda de medicamentos como Actaea racemosa, Anacardium orientale, Arsenicum álbum, Aurum metallicum, Graphites, Kalium carbonicum, Natrum muriaticum, Natrum sulphuricum, Phosphorus, Pulsatilla, Sepia o Thuya. Medicamentos de acción intensa en situaciones melancólicas.
El camino (1950): la pérdida
Antes de leer la novela me detengo en la edición especial del año 20007 cuando se cumplían 50 años de su publicación.
Veo el libro en mi estantería, pero también puedo verlo en el escaparate de aquella librería de Burgos ya desaparecida donde lo compré.
Recorro con la mirada el interior de esta edición facsímil y acaricio el lomo. Hago un intento de olfatear sus páginas porque en el olor del papel de los libros encuentro un placer inevitable y me sorprende lo poco que huele. Las páginas manuscritas amarilleadas por el paso del tiempo llenas de tachaduras constituyen el ejemplo del trabajo de un escritor.
Una vez terminada tengo que reconocer de nuevo la actualidad de esta novela, porque nos encontramos en un tiempo de pérdidas.
La historia comienza y termina con las pérdidas de Daniel el Mochuelo. La pérdida de todo lo que constituye su vida: su pueblo, su paisaje, sus amigos, su gente.
Está próxima la hora de tomar el tren para marcharse a estudiar a la ciudad. Un viaje que será de ida pero sin la certeza de una deseada vuelta. Un momento de tristeza e incertidumbre. El pueblo es el mundo de Daniel. Un mundo en el que los protagonistas son los niños y adultos con los que convive, pero también el río, el paisaje, las montañas, el tren, las luces y las estrellas en lo alto.
Hay en sus páginas una reflexión sobre el destino y la capacidad del hombre para tomar decisiones en el fondo del relato: Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera, y sin embargo, sucedieron así.
Entiendo El camino8 como una metáfora de la vida, en la que con nuestras decisiones o por nuestro propio destino vamos acumulando pérdidas.
Daniel pierde a su amigo El Tiñoso, su vida en el pueblo y su infancia mientras llora mirando por la ventana. Y es que como páginas antes nos recuerda Los grandes raramente se percatan del dolor acerbo y sutil de los pequeños.
Me pregunto por la terapia que pudiera ser de ayuda a Daniel y lo primero que me viene a la mente es la frase tan habitual de mi tía para las situaciones difíciles: dejemos pasar las cosas a su caer. Daniel, no precisa, en mi opinión ninguna terapia ni ayuda más allá de la de sí mismo.La infancia perdida a través de la ceremonia iniciática es el comienzo y la razón de nuestros caminos.
Diario de un cazador (1955): el destino.
En la vida hay días torcidos y de nada sirve que nos esforcemos en variar su mala disposición. Uno piensa, luego que la desgracia sucede, que una palabra hubiera bastado para cambiar el destino, pero esa palabra, a cosa pasada, no es más que un nuevo dolor.
Un joven Lorenzo protagoniza esta novela que fue Premio Nacional de Literatura en 1955. En una ciudad de provincias dedica su tiempo a la caza9, el trabajo y la familia. Y a los encuentros y desencuentros con su novia aunque al final, parece que su relación con Anita se consolida, mientras su madre está gravemente enferma.
La muerte de niños y adultos, en una época en que era normal, la dificultad para sobrevivir frente al frío y la miseria en una España gris y las relaciones entre los amigos crean el núcleo de la narración del diario de Lorenzo.
La presencia de la fe en la vida de esas personas queda descrita de modo magistral cuando el cura acompaña a un moribundo Pepe que se ha dado un tiro involuntario con la escopeta y no le promete dinero, riquezas ni hetairas, sino las mejores condiciones de caza proporcionadas por Dios. Cómo en Diario de un jubilado el relato termina con la reconciliación con Anita. Y como en Las ratas, las palabras relacionadas con el campo y la caza son innumerables, lo que ha llevado a estudiosos del autor a buscar su origen y explicación.
La hoja roja (1959): la soledad
La soledad es el hilo conductor de la novela10. Las cinco hojas rojas son una metáfora de los cuatro “telediarios” que le quedan a Eloy el protagonista, que ha visto morir a su esposa, su hijo pequeño y a sus tres amigos.
“A mí me ha salido una hoja roja en el librillo del papel de fumar. Quedan cinco hojas”. Son las palabras de Eloy que enmarcan el transcurrir de la historia.
Una historia de pérdidas como lo son casi todas las nuestras con el paso del tiempo. Y al llegar a la ancianidad la pérdida de calor no es solo una realidad constatada por los médicos cuando exploramos a personas de edad sino también una metáfora de la pérdida de ilusiones y de vida: “El enfriamiento no era problema de temperatura sino, como todas las cosas, problema de sugestión”.
Su hijo mayor, que ha triunfado en la capital vive su angustia vital e insatisfacción permanente mezclada con la indiferencia hacia su padre.
En ese mundo, después de haber perdido también su lugar de trabajo donde no es nadie después de 50 años de servicio a la comunidad, su abandonada afición a la fotografía y sus relaciones en la óptica solo le quedaba el paseo con su amigo Isaías, pero éste fallece de un ictus.
“Desde niño el viejo Eloy buscaba instintivamente el calor, y desde niño, empujado por un sino tortuoso, se había visto obligado a cambiar de calor como de camisa”.
Los síntomas de un posible cáncer de vejiga o próstata, sentidos pero no consultados, son una sombra de su hoja roja porque la vida es una sala de espera y no sabemos cuándo es nuestro turno.
Prevé el suyo tan próximo que termina dedicando sus afectos a la única persona que le ofrece algo en sus últimos segundos, minutos y horas de vida, una joven pueblerina que en el transcurso de la historia cumple 20 años, a la que enseña a leer y escribir.
Hay aspectos muy próximos, muy íntimos y también muy clínicos de la joven, como sus problemas óticos y su calidez:
“Desde entonces, cada vez que se iniciaba el invierno el oído derecho empezaba a zumbarla y manarla y la chica se quedaba sorda de medio lado hasta la próxima primavera”.
“Hay personas que nacen para dar calor y otros para recibirlo”.
Alrededor de los protagonistas casi todo es sórdido: el pueblo, el servicio militar, las chicas de servir, el novio que acaba en prisión y unas vidas sencillas.
Cuando termino de leer la novela me vienen referencias inmediatas, pasadas y actuales como la obra de teatro de Ana Diosdado titulada El okapi11 que tanto me impactó en mis tiempos de estudiante de medicina y que reflexiona sobre la pérdida de la libertad e identidad al llegar a la ancianidad con la institucionalización; la novela gráfica (después adaptada al cine) Arrugas12de Paco Roca que muestra como incluso en la soledad y el abandono que supone la residencia de ancianos la importancia de la amistad como fuente de cuidado y la terrible situación vivida especialmente este año 2020 por nuestros mayores que, “una vez abandonada su condición de ciudadanos productivos (como el protagonista de la novela), son expulsados a una situación de postciudadanía por la que no son merecedores de las mismas atenciones que el resto de la población”13 algo que hemos presenciado durante estos meses de pandemia con la connivencia e indiferencia de los poderosos y la angustia y tristeza de sus familiares.
Ese hubiera sido posiblemente el destino de Eloy en 2020; la soledad, el abandono y la muerte, si no existieran personas dispuestas a aprender, compartir y cuidar como la Desi. Porque “La Desi intuía que el afecto dispone de múltiples variantes para manifestarse”.
Y es que como bien dice el psiquiatra Thomas Emmenegger, “Lo que realmente cura es el afecto. No hay terapia sin simpatía”. Por ello, creo que en esta historia que habla del amor y la soledad, muchos de los medicamentos homeopáticos que utilizamos con eficacia y seguridad en pacientes con depresión, algunos de ellos ya citados, como Arsenicum álbum, Calcarea Carbonica, Kalium Carbonicum, Natrum Muriaticum, Natrum Sulphuricum, Phosphorus, Pulsatilla, Sepia, Silicea, Thuya podrían ser de ayuda en el tratamiento de Eloy, pero al final de la novela encuentra de un modo inesperado la medicina apropiada; el amor que puede ser tan poliédrico como desinteresado.
Las ratas (1962): la resiliencia
La novela expone con brillantez la miseria en un pueblo de Castilla en los años cincuenta.
El protagonista, con tantas veces en la obra del maestro Delibes es un niño, el Nini14 que aúna a sus pocos años lo que parece faltar en el resto de los habitantes de ese lugar; bondad y sabiduría. Hoy diríamos que en un contexto absolutamente hostil, con carencias materiales, afectivas y de futuro, la capacidad de adaptación del protagonista, su resiliencia15 basada en su inteligencia innata y su mirada generosa de todo lo que le rodea le permite mantener una salud física, psicológica y moral, que Delibes nos regala como enseñanza para los profesionales sanitarios.
Porque en 1950 como fue en 2020 y seguiremos siendo, los médicos somos intermediarios de la salud de nuestros pacientes, creadores de espacios de confort y de ayuda16, testigos de las fortalezas de cada uno de ellos que como el Nini, continúan con sus vidas por su capacidad de adaptación, su inteligencia y su bondad mientras escuchamos sus relatos.
Un relato lleno de palabras que aluden al campo y a sus labores, y que la mayoría de los habitantes de la ciudad ignoramos. Palabras que alivian por su simplicidad y belleza, que curan y componen un mosaico que nos guía como el camino de baldosas amarillas17 del mago de Oz.
El príncipe destronado (1973): los celos
El relato transcurre en un solo día de 1963 de la vida de Quico, un niño de tres años18 que pronto cumplirá cuatro y que es el quinto de seis hermanos.
A lo largo de la jornada19 el autor nos hace ver en el comportamiento del niño su necesidad de atención, del afecto que siente perdido por la llegada de su hermana pequeña, algo que solo parece entender su tía Cuqui cuando le hace ver a su madre que Quico es el príncipe destronado.
Desfilan ante nuestros ojos y alma de lector figuras como la madre cariñosa y desamada, soporte de la familia cuando la relación conyugal y el amor están rotos; el padre autoritario y despegado de sus hijos excepto para recordarles sus obligaciones o la Domi una mujer mayor con signos de artrosis en las manos y posiblemente un corazón resentido. A menudo, atendemos en nuestras consultas a “príncipes destronados” que enferman de celos presentando otitis media aguda o amigdalitis cuando se quedan el fin de semana con los abuelos, que vuelven a hacerse pis en la cama cuando llevaban tiempo conteniendo sus esfínteres sin problemas o que dejan de comer solos porque necesitan seguir siendo el niño de su mamá. Porque los celos nos enferman.
Significativamente al finalizar la novela la Domi, una mujer mayor que trabaja en la casa pregunta a la madre
– ¿Qué quería el niño, señora?
– Mi mano- dijo Mamá como si el relato lo estuviera contando Quico.
– ¿Su mano?
-Tenía miedo.
-A saber que tendrá la mano de una madre.
Y el médico homeópata puede ayudar en estos casos de celos, con su comprensión, información y la prescripción de medicamentos como Pulsatilla, Silicea, Lachesis, Hyosciamus o Cenchris contortix cuyo empleo debe considerarse en función del modo de manifestarse los celos, del modo individual de enfermar.
Los santos inocentes (1981): la injusticia
Azarías, Régula y Paco el bajo, personajes20 de esta historia tantas veces reescrita y tan próxima a todos a través del cine por la extraordinaria versión de Mario Camus21 es una historia de pobreza, sometimiento e injusticia. Una muestra de la otredad e inhumanidad que marca las relaciones entre los seres humanos desde la más remota antigüedad; los dueños y los esclavos, los señores y los siervos.
Escrita con un lenguaje directo, ágil y profundo, la historia va dejando huella en nuestra alma como si de los surcos de un arado se tratase.
Los personajes dibujados con una precisión fotográfica y una belleza pictórica son capaces de transmitirnos una miríada de emociones y sentimientos despertando en el lector y el espectador una sensación especular de reconocimiento con los inocentes capaces de hacer de su sometimiento y sufrimiento un acto de supervivencia y dignidad.
Los paisajes, la música y la brillante interpretación de Alfredo Landa, Paco Rabal, Terele Pávez y Juan Diego forman parte de la historia compartida de muchos españoles.
La injusticia social como hilo conductor y la reflexión social y política de esta historia es también el sustrato de muchas de las narraciones22,23 que escuchamos en nuestras consultas. Biografías marcadas por el maltrato, los abusos, las dificultades, el dolor y la pena por diversos problemas familiares, conyugales, laborales y de adaptación a los acontecimientos estresantes que la vida conlleva. Y para ello, nada mejor que la escucha, la compasión y la presencia del médico, que se puede complementar cuando es necesario con medicación, incluyendo medicamentos homeopáticos como Staphysagria, Colocynthis, Natrum Muriaticum, Pulsatilla o Silicea entre otros que favorezcan el equilibrio emocional suficiente que permita proponer estrategias y tareas de afrontamiento y recuperación de la autoestima.
Señora de rojo sobre fondo gris (1991): el duelo
Cuando abro las primeras páginas de la novela, me encuentro con la agradable sorpresa de la letra de Delibes con una dedicatoria a mi madre.
El relato24 transcurre sin pausa, como si fuese una carta dirigida a su hija, recién salida de la cárcel, en la que narra a través de los recuerdos de vida una bella historia de amor con un claro contenido autobiográfico.
El comienzo lo anuncia todo: “No ignoro que el recurso de beber para huir es un viejo truco pero ¿conoces tú alguno más eficaz para escapar de ti mismo?”.
Y la pena se intensifica con los sentimientos de no haber estado a la altura, sentimientos de culpa, de remordimiento que nos retrotraen a un pasado que ya no existe. Con el dolor llega la culpa, el remordimiento, el pesar de no haber sido capaz de decirle lo que le está queriendo: “Pero, un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud”.
O la frustración expresada en cambios de humor: “Se me envenenó el humor, despedía a los importunos sin miramientos, y si ella me preguntaba por qué me había vuelto tan hosco con la gente, yo callaba, porque no podía decirle que me enfurecía porque ella se estaba muriendo…”
Sentimientos de tristeza, de culpa, deseos de castigarse, de autodestruirse con incomodidad para la vida social e irritabilidad quedan magníficamente expresados en el texto. Tomo el libro en mis manos y lo cierro saboreando hasta las últimas letras la belleza y autenticidad del texto y pienso en el escritor y en el hombre. Si pudiéramos hablar me diría que la escritura es catártica, que la historia contada a uno mismo y compartida con los demás es curativa. Que el libro fue la terapia de su duelo.
Creo que si las personas que están pasando por un proceso de duelo pudieran disponer de la ayuda de amigos y familiares y ser capaces de eliminar los ruidos externos e internos para conversar con el hombre o la mujer que siempre va con ellos, los sanitarios acompañaríamos y cuidaríamos siendo los fármacos en la mayor parte de los casos innecesarios.
Me gusta utilizar los libros como herramienta terapéutica en la consulta del Centro de Salud. Y este relato a partir de ahora formará parte de mi biblioteca compartida.
El médico homeópata podría considerar en un paciente que consulta por un proceso de duelo sintomático y prolongado medicamentos como Aurum metallicum, Arsenicum álbum, Causticum, Ignatia, Sepia, y especialmente Natrum muriaticum que es un medicamento de gran ayuda en personas que presentan tristeza, astenia, irritabilidad, intolerancia al consuelo y deseo de estar a solas.
Vuelvo ahora la mirada a la ciudad de Valladolid e intento visualizar el dolor de un hombre en su soledad buscando la inspiración y el consuelo en el retrato de la mujer amada. Pienso en Valladolid como un lugar de estudio y de encuentro, de reuniones en las proximidades del Campo Grande y de clases compartidas. Y me doy cuenta de que han pasado más de 25 años de aquel fin de semana en que comencé mis estudios de homeopatía en las aulas de su Facultad de Medicina y que ya son décadas las que me unen a sus calles, sus plazas, iglesias, museos, bares, restaurantes, teatros, lugares de baile y muy especialmente a los bombones de la confitería de la Plaza del Poniente. Sé que no puedo ni debo dejar de añadir a todos esos regalos recibidos de Pucela la obra y el ejemplo de Delibes.
Diario de un jubilado (1995): la jubilación
Vuelve la vida de Lorenzo, protagonista de otras dos novelas del autor y nos muestra su decadencia, a pesar de una edad actualmente no muy avanzada (61 años) cuando se jubila anticipadamente25 y solo piensa en el dinero, los concursos de televisión, el juego y el sexo, y si puede engañar al estado y a los demás, manteniendo un trabajo en casa de Don Tadeo, un poeta de provincias que vive con sus hermanas.
Hoy pensaríamos en personajes enganchados a las redes sociales, a las aplicaciones de contactos de parejas, las series de televisión, los concursos y las ganancias inmorales tan habituales. El bueno del Lorenzo ha sido vencido por el becerro de oro.
La jubilación es una etapa en la vida de las personas que puede suponer un acontecimiento vital estresante por las pérdidas: poder, autoridad, independencia, dinero, prestigio y que a veces genera sufrimientos y enfermedad. Después de estas semanas en las que he tenido el placer de leer varias de las novelas de Delibes siento un profundo agradecimiento por los momentos de aprendizaje y disfrute, por la honestidad que destila su lenguaje y sus historias, por el tiempo compartido en los lugares en los que de día y de noche nos encontrábamos a solas con el relato.
O con las películas. Porque también hubo tiempos de cine como en el caso de El disputado voto del señor Cayo26que nos habla de la distancia más allá de los kilómetros entre la vida urbana y rural, de los valores como brújula que nos debe guiar en nuestras decisiones y de las posibilidades que nos brinda la historia a los individuos y los pueblos. Una historia obra y patrimonio de todos a pesar de los múltiples obstáculos encontrados en el camino.
Un camino pleno de lugares telúricos en la provincia de Burgos, tantas veces recorrida con mi familia, mis amigos y la guía de los libros. Pueblos abandonados, paisajes que pueden ser a la vez próximos o ajenos y que definen a las personas como Víctor y Rafa con sus diferentes miradas ante la poderosa belleza del cañón del Ebro.
Miguel Delibes contemplaría estos paisajes con la límpida mirada de un niño, llena de asombro y agradecimiento por tanta belleza. Del mismo modo que le presiento mirar a esa señora de rojo sobre fondo gris con los cinco sentidos puestos en la que fue la obra más importante de su vida.
Decía el psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera que Mozart había sido uno de sus mejores amigos, por la calidad y cantidad de los tiempos de belleza y disfrute compartidos. No puedo estar más de acuerdo con respecto a lo que su música me ha dado. Y en estas últimas semanas debería confesar la profunda amistad que me ha unido a Miguel Delibes a través de la experiencia de su vida y su obra que son una.
Una experiencia que refuerza mi convencimiento de que la narrativa, la filosofía y la poesía constituyen imprescindibles fuentes de inspiración y aprendizaje para las personas que cuidan a personas porque nos ayudan a comprender y aceptar desde el afecto y el respeto todos los relatos compartidos día a día.
Bibliografía
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- http://www.bne.es/es/Actividades/Exposiciones/Exposiciones/Exposiciones2020/delibes-1920-2010.html
- https://www.rtve.es/m/alacarta/videos/en-portada/pandemia-covid-bronx-nyc-iztapalapa-mexico-leganes-madrid/5664510/?media=tve
- Debord G. La sociedad del espectáculo. Pre-textos. Valencia. 2005
- Delibes M. La sombra del ciprés es alargada (1948). Premio Nadal. Destino. Barcelona. 1964.
- https://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/dias-cine-midnight-in-paris-woody-allen/1099665/
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- Delibes M. Diario de un cazador (1955). Austral. Destino. Barcelona. 2017
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- Roca P. Arrugas. Astiberri. Bilbao.2020
- Padilla J, Gullón P. Epidemiocracia. Nadie está a salvo si no estamos al salvo. Capitán Swing. Madrid. 2020
- Delibes M. Las ratas (1962). Austral. Destino. Barcelona. 2010
- https://www.youtube.com/watch?v=_IugzPwpsyY&t=177s
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- https://www.youtube.com/watch?v=yt9aHzp4_xY
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- Charon, Rita. Narrative Medicine: Honoring the Stories of Illness. 2008. Oxford University Press.
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- Delibes M. Diario de un jubilado (1995). Destino Áncora y delfín. Barcelona. 1995
- https://www.rtve.es/alacarta/videos/historia-de-nuestro-cine/historia-nuestro-cine-disputado-voto-del-sr-cayo-presentacion/4057560/
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Hola Jose Ignacio.Mi nombre Juan Ignacio Dominguez de Vidaurreta.Tengo 66 años De Salud creo que BIEN No voy al médico desde hace 40 años.Me administro (creo que más ó menos bien).Mi pregunta con todo lo que está cayendo va sobre el CDS.Lo tomo en solucción casi Homeopática diluyendo 50 gotas en un litro de agua.La dosis la averiguo porRadiestesia-Kinesiología.También lo hago con otras personas.Si puede ser me encantaría saber tu opinión .Te tengo(y nó es peloteo)en muy alta consideración tanto como terapeuta como persona.Aunque soy Navarro(a mucha honra),vivo en Segovia desde hace 34 años.Muy agradecido de antemano.SALUD-SALUDOS.JUAN
Muchas gracias Juan por tus comentarios y por consultarme.
Te diré, que es un tema que desconozco totalmente y del que no tengo una opinión fundamentada aunque todo despierte mi curiosidad.
En este caso, seguro que tú puede enseñarme a mi por lo que quedo a tu disposición.
Abrazos a esa Navarra prodigiosa y a la ciudad del acueducto que para mí es el lugar al que siempre quiero volver.
Cuando la medicina es la palabra, la palabra cura, como lo hacen el gesto, el pensamiento/idea, la escucha y la compasión creativa. Así es también el proceso curativo de la Homeopatía. Y así es leerte, José Ignacio, y leer a los cinco sabios de esta escuela generosa Hablando de homeopatía mientras HomeopatíaSuma. Cuánta luz en la oscuridad y cuánta vida respirando en medio de la debacle amenazante, cuánta esperanza y gozo sereno.
Un abrazo inconfinable
Muchas gracias como siempre Sol.
Besos
Voy corriendo a releer a Delibes. Gracias
Haces bien.
Abrazos
Un artículo delicioso, doctor Torres. Muchas gracias.
Muchas gracias Miguel Ángel por leerme y comentar.
Me alegro de que le haya gustado
Querido amigo, no puedo estar más de acuerdo; la medicina sin humanidad no es medicina y, además, no sirve a su propósito que es aliviar el sufrimiento humano.
Había leido ya varios libros de Delibes de adolescente (uno de ellos, incluso, llegué a regalárselo a mi padre en uno de sus cumpleaños), en realidad de preadolescente, cuando tuve la oportunidad de conocerle personalmente en un coto de caza que él solía frecuentar. Fue un encuentro muy entrañable, emocionante. Ya te contaré cuando nos veamos que espero sea pronto.
Gracias por este precioso post y un fuerte abrazo.
Muchas gracias a ti amigo, porque eres un lector fiel de todos nosotros.
Un gran abrazo y espero impaciente tu relato con Delibes
Mi gran maestro y amigo.
Impresionante el paso que nos abres al alma, al amor a la medicina, a la humildad y a tantos valores a través de la literatura y de tu inmenso saber y sentir.
Un beso grande, José Ignacio
Muchos besos a distancia con el deseo de poder verte y compartir como siempre cariño, conocimiento y pasión por la vida y la homeopatía.
Gracias, gracias por leerme.
Jose Ignacio: otra vez más tus relatos me despiertan la admiración y el seo de leer mas y más.
Me quedo con tu lista de libros de Delibes y con estas palabras tuyas:
EEBB= Ética, Estética, Bondad, Belleza.
“Me gusta utilizar los libros como herramienta terapéutica en la consulta del Centro de Salud”
Cuantas veces pienso que elegiría como psiquiatra a varios de mis novelistas favoritos.
Gracias
Muchas gracias por leerme y por comentar los artículos.
Es un lujo tener seguidores como tú.
Besos