Triángulo de las Bermudas y homeopatía
La vida te va enseñando qué caminos debes tomar y cuáles debes evitar para llegar a buen fin y el Triángulo de las Bermudas es de esos lugares del mundo a los que a la mayoría ni se nos ocurriría ir para pasar unas vacaciones, no vaya a ser que las leyendas que se oyen sean verdad y, en lugar de volver a casita, acabemos en una dimensión desconocida.
Recientemente me he visto atraída hacia ese campo electromagnético que resulta twitter y me he visto enfrascada en una batalla de caracteres entre una política defensora de la homeopatía, que todavía no conozco personalmente, un cantautor al que admiro y sigo desde hace años y yo, una médica con más años de formación y experiencia que los que lleva el artista con su guitarra regalándonos canciones.
Entre los tres conseguimos el pasado fin de semana, hacer el triángulo de las Bermudas, en cuyo centro, se gestó una de esas conversaciones absurdas para mí, por el hecho de estar hablando con un tecleado que impide ver el mensaje que te escribieron, mientras tú estás acabando con el tuyo y que acaba en un diálogo entrecortado en el tiempo. Como si de una ciclogénesis imperfecta se tratara, al hilo de nuestra con-ver-sa-ción se fueron añadiendo principalmente adeptos a la secta escéptica para tirar por tierra lo que aquí, la médica, tenía que decir sobre la terapia que utiliza y de la que ha recibido formación durante muchos años.
¿Alguien se imagina a un frutero discutiendo con una carnicera en la pescadería sobre si las sardinas tienen más o menos omegas 3, mientras la regente en el mostrador espera a que acaben la discusión? ¿No sería más lógico preguntarle a ella que quizás pueda darles más información a los dos?
En este caso, la política hablaba como usuaria, el cantautor que estudió Física, como escéptico y aquí, la médica homeópata como el juez de silla en un partido de tenis. Es imposible resumir en textos de 140 caracteres todo lo que quieres transmitir, todas tus vivencias, todo lo que la vida te ha enseñado, todo lo que has visto a lo largo de tu vida laboral, cuando además, estás en una trinchera a la que te asaltan constantemente granadas de mano que intentar minar tu fuerza y cerrar tu boca para siempre.
La vida me ha enseñado a optar por el camino del diálogo, a aprovechar las redes para conocer a personas de las que puedo aprender o con las que puedo divergir desde la empatía en temas que pueden provocar crisis hipertensivas en más de uno/a. Lo mejor es que puedes llegar a conocer y conversar de la mejor forma que yo sé: “En vivo y en directo” con quienes ni te habías imaginado antes.
Otra cosa que he aprendido igual de importante es evitar las conversaciones tóxicas de personas que sólo saben vomitar sus insultos hacia alguien que ni se los merece, ni los piensa aguantar.
Las explicaciones para quien quiera escuchar y al resto, mejor ahorrar palabras.
Dejaré los Triángulos de Bermudas para quienes exploran más allá de la realidad, jugándose la vida en ello. Prefiero conversar en torno a 3 horchatas y una bandeja de fartons mirando a la cara a la persona con la que hablo.
Quiero agradecer a Bea Talegón y a Ismael Serrano por la inspiración que me han supuesto para escribir este artículo y por ello, les invito si quieren a disfrutar de la delicia valenciana cuando quieran.
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Un honor tenerte entre nosotros. Bueno, aunque entre nosotros estás ya desde hace mucho tiempo.
Gracias por tu inteligencia y tu desenfado y seguimos navegando juntos hacia el triángulo de las Bermudas o hacia donde se tercie.
Un abrazo.
Muchas gracias Guillermo, espero que el Titanic en el que van subidos “los otros” se percate del iceberg del que estamos hechos quienes tenemos la formación y la experiencia ;))
Hola Mónica, estoy de acuerdo contigo. Al final lo que experimentamos nosotros mism@s es innegable. Mi relación con la homeopatía es precisamente así, para mí es un ejemplo claro de las mentiras que nos quieren hacer creer según intereses.
Gracias Celia, es reconfortante ver mensajes de gente racional como tú, es absurda la Inquisición que estamos sufriendo. Tendremos que seguir dando la cara, un abrazo.