¿Cómo trata un médico homeópata a sus pacientes? Recursos emocionales para una medicina mejor
La verdad absoluta no existe; solo hay opiniones y maneras de ver.
Protágoras
No son buenos tiempos para la escucha, para el diálogo. La relación clínica parece ahora más que nunca estar dominada por lo que algunos denominan el conocimiento científico exclusivista propio de una época de prisas, materialismo y ausencia de reflexión y de respeto por las opiniones ajenas, incluidas las de los pacientes.
Como médico y como paciente me inquieta que los que se otorgan la etiqueta de “científicos” tienden a cosificar a sus pacientes olvidando cualquier información que no esté incluida en ensayos clínicos y protocolos.
Todos tenemos experiencias personales y sabemos el médico que queremos como muy bien nos dice en su libro Anatole Broyard.
Un médico no solo con conocimiento técnico, sino con capacidad de escucha, de empatía y de algo más que trascienda en la relación. Llamémoslo por ejemplo metafísica como Broyard e interpretémoslo como la capacidad para atender al ser humano en su experiencia física, psíquica y espiritual.
Ya nos advertía Marañón que desconfiáramos de los médicos que solo se centran en la información de las revistas médicas. Quizás es que los maestros no están de moda. El culto al dios fármaco y al último estudio muchas veces de dudosa credibilidad les han sustituido. Leamos pues a Peter Gotzschey reflexionemos sobre el papel del médico y del medicamento.
Hipócrates se escandalizaría si escuchara las voces de aquellos que critican públicamente a sus compañeros de profesión y que solo confían en su verdad, la única verdad.
Como clínico y como docente siento una profunda tristeza por lo que sucede y desde mi atalaya de médico de familia y homeópata quisiera reflexionar sobre la importancia de la relación personal en el encuentro clínico y de nuestros recursos emocionales y compartir que al menos en mi experiencia, el conocimiento del método homeopático me ha aportado un plus de aptitud comunicacional.
¿Será esta despersonalización del acto médico la razón por la que a pesar del avance científico nuestras posibilidades curativas son cada vez menores por conocer mucho la biología, pero poco el sufrimiento del enfermo?
En nuestro mundo tecnológico, los parámetros analíticos y de imagen son la base para solucionar de un modo racional los problemas. Creemos comprender síntomas como las palpitaciones, o los dolores de espalda, signos como la fiebre, erupciones cutáneas y pruebas complementarias, pero cuando todos los estudios son normales: la exploración, los análisis, las radiografías…
¿Cómo interpretar la ira, el miedo, la angustia, la desconfianza, la desesperanza?
¿Por qué nos mostramos tan incapaces para enfrentar los sentimientos del enfermo?
Hemos aprendido a buscar el mapa de los síntomas para seguir el camino del diagnóstico, y a menudo no tenemos tiempo para ver la carretera y nos perdemos. Y ¿quién conoce mejor el territorio que uno mismo? Dejemos que sea el propio paciente el que nos guíe, con su lenguaje, sus conocimientos, sus opiniones. ¿Quién es el protagonista de la enfermedad? El que la padece. Sin embargo, como afirma Winckler en palabras del doctor Sachs, las enfermedades llevan el nombre de su descubridor, el médico, y no el del enfermo.
¿Por qué nos empeñamos en curar, desdeñamos aliviar y nos olvidamos de consolar?
Muy posiblemente porque vivimos en la cultura del éxito y todo lo que no se resuelve de modo inmediato está mal visto. Para todo hacen falta “intermediarios” y por eso tanto nosotros como los pacientes y la propia sociedad pedimos máquinas y fármacos potentes como intermediarios entre el paciente y el médico.
Porque en la era de la comunicación nuestra incomunicación nos hace temer al hombre, al silencio, a la palabra. Incluso en las especialidades en las que ésta es imprescindible, como la Psiquiatría a veces el intermediario fármaco de moda es lo único que el paciente recibe del médico.
¿Qué puede ayudarnos y dar sentido a nuestra labor cotidiana?
La palabra. Y el silencio. Herramientas comunicacionales con eficacia paliativa indudable y un amplio rango terapéutico. El problema más frecuente es su empleo en dosis subóptimas. Empleemos entonces el consuelo (alivio aportado por alguien, que mitiga una pena y proporciona alegría), el alivio que modera y disminuye la carga, corporal o de espíritu. Y cuando podamos, restablezcamos la firmeza curando la enfermedad.
El medicamento más potente somos nosotros mismos. ¡Usémoslo en el modo y la dosis adecuadas! Con nuestro capital cognitivo y emocional.
Decidamos poner en nuestra receta con cada paciente recursos emocionales: paciencia, confianza, compasión, serenidad, asertividad, respeto, generosidad, diligencia, justicia, sabiduría y sentido del humor.
Con esos ingredientes difícil será no poder ayudar.
Se médico es un privilegio.
Ser médico de familia un modo de entender la enfermedad en la persona, en el contexto familiar y social.
Ser homeópata proporciona la capacidad de entender que cada paciente es único y cada encuentro una única oportunidad.
“…. Le había enseñado a escuchar la respiración de los enfermos, a oír con fervor el sonido de su sangre bajo la piel, a buscarles en los ojos la causa del mal que los lastima, a hurgar bajo sus lenguas, sobre sus lenguas, dentro de lo que callan o dicen sus lenguas. Le había enseñado que nadie cura sin el deseo intenso y entero de hacerlo, que ningún médico puede permitirse vivir lejos de tal deseo. Le había enseñado que la vida de los otros, el dolor de los otros, el alivio de los otros debía regir el aliento, las madrugadas, la valentía y la paz de todo médico. Le había dicho que los intestinos de la gente saben más de ella que su corazón y que la cabeza de la gente respira el aire que el corazón quiere mandarle. Le había convencido de que nadie sobrevive a su deseo de morirse y de que no existe enfermedad capaz de matar a quien ambiciona la vida……”
Ángeles Mastretta
BIBLIOGRAFIA
Broyard A. Ebrio de enfermedad. Ed la uña rota. 2013.
Gotzsche P. Medicamentos que matan y crimen organizado. Sin fronteras. 2014.
Marañón G. La medicina y nuestro tiempo. Espasa Calpe. Madrid. 1980.
Mastretta A. Mal de amores. Santillana. 2000.
Winckler M. La enfermedad de Sachs. Akal. Madrid. 1999.
8 Comments
Deja un comentario
También te puede interesar
Oportunidad de doctorado con financiación completa en Brasil.
Ha surgido una oportunidad para una beca de doctorado Cotutelle totalmente financiada para explorar el uso de la homeopatía en...
5ª Conferencia HRI: “Investigación de vanguardia en homeopatía” Del 16 al 18 de junio – Londres
Los días 16, 17 y 18 de junio tendrá lugar la 5ª Conferencia Internacional de Investigación del Instituto de Investigación...
Gran artículo y muy cercano a la realidad que vivimos a diario los que somos médicos y además enamorados de la Homeopatía. La capacidad que nos proporciona de atender en su individualidad al “hombre enfermo” la hace muy superior en calidad a cualquier otro tipo de terapia. Enhorabuena
Muchas gracias Mª Jesús.
Como muy bien dices, el conocimiento del método homeopático nos puede dar un plus en la comprensión del paciente y más capacidad de ayuda.
Eso sí, siempre desde la humildad de nuestras limitaciones en el diagnóstico y tratamiento.
Pero haciendo saber al paciente que nos tiene a su lado….
Muchas gracias
Aunque no tengo el placer de conocerle personalmente, me tranquiliza y reconforta enormemente leer sus textos, incluso como en este caso, leer textos y fragmentos de otros autores que usted selecciona con acierto y hace “suyos”. Leer que existen profesionales humanistas que hablan de generosidad, de respeto, de compasión, de paciencia, etcétera, hace posible que cualquiera, enfermo o no, sienta una gratitud desmedida hacia médicos como usted y recupere la esperanza, a la vez que la confianza, no solo en la figura del profesional sanitario, sino en la sociedad en general. Un cordial saludo desde el sur.
Muchas gracias por sus comentarios Juan.
Nosotros pensamos que sin respeto, sin paciencia, si un genuino deseo de ayudar a cada paciente en cada consulta es difícil ser médico.
Nuestros maestros son los pacientes.
Y la confianza mutua la mejor herramienta para cualquier terapia.
Un cordial saludo
y muchas gracias
Que bueno !
Cuantos asuntos interesantes se hablan en este artículo. Tengo que releerlo más veces.
Todavía me asombra que haya una “escuela” en la medicina que no suscriba artículos como este y el interés en hacer las cosa bien hechas con el fármaco y los remedios más adecuados a el paciente.
Muchas gracias Miriam.
Gracias por leernos
Gracias por entender como debe ser la medicina
Gracias por cuidar y atender a personas
Besos
Precioso. Inspirador. Un regalo.
Un abrazo enorme.
muchas gracias amigo
en ello estamos todos nosotros…