¿Medicina convencional o alternativa? Nos quedamos con… ambas
Hace un tiempo, tras impartir una conferencia uno de los asistentes me preguntó: “¿cómo puede usted ser médico y hablar de homeopatía? ¿Por qué ha roto con la medicina convencional?”
Me sorprendió la pregunta, que nunca me habían hecho ni tampoco me había hecho a mí mismo, y sólo pude responder que no representaba un problema para mí, que en cada momento hacía lo que consideraba más correcto con mis pacientes.
Soy hijo de padre y madre médicos, y ella estaba especializada en homeopatía, así que me llevó un tiempo entender que algunas personas se imaginan una ruptura entre dos supuestos mundos, uno convencional y otro alternativo.
Creo que el punto de reencuentro, donde observamos una continuidad y no una ruptura, es el paciente. El paciente y a sus ojos, se encuentra ante un médico que decide utilizar unas u otras herramientas, y a veces varias a la vez; y una de estas herramientas puede ser la homeopatía. Este médico deriva a otros especialistas, para diagnósticos o tratamientos más complejos, y confía en que hay coordinación y acuerdo entre ellos: cirujano, psiquiatra o cardiólogo tanto como homeópata o acupuntor. En respuesta a esta necesidad y demanda del paciente, entendemos cada vez mejor que los diferentes abordajes del paciente son complementarios, surge cada vez con más fuerza la denominada “medicina integrativa”.
Por deformación profesional me siento más cómodo cuando puedo vestir mis opiniones con datos, por eso me encantó leer hace 1 año un artículo de Stoneman y Sturgis publicado por el “National Centre for Research Methods” (una organización británica dedicada a la investigación sobre asuntos sociales y económicos). Según su estudio, basado en una encuesta realizada en Reino Unido en 2009 (de conocimiento, interés y compromiso de la población en las ciencias biomédicas), el 57% de los usuarios de homeopatía respondió que creía que la homeopatía era tan eficaz o más que la medicina convencional, pero también lo creía el 27,6% de los que no la usaban, a pesar de no hacerlo: en total, más de la mitad de los adultos británicos.
Pero lo mejor, a mi entender, es que más del 40% de la población de ese país mantiene opiniones positivas para la homeopatía y para la medicina convencional simultáneamente. Además, este apoyo es independientemente de su nivel de conocimientos científicos, y es mayor a medida que aumenta el nivel de estudios.
La búsqueda de un tratamiento homeopático no tendría entonces que ver con aspectos científicos, sino con valores como mejorar la calidad de vida y el bienestar global, y al mismo tiempo para evitar el riesgo de sufrir efectos secundarios.
Como médico, es exactamente lo mismo que me ocurre a mí: independientemente de que les prescriba otros tratamientos necesarios, y con la tranquilidad de que les van a sentar bien y de que no van a interferir con los demás medicamentos, recomiendo homeopatía a mis pacientes cuando veo que puede ayudarles a mejorar su calidad de vida y la capacidad de su organismo para mantener y recuperar la salud.
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