La música, ese medicamento. Una carta para Oliver Sacks.
Querido Oliver:
Desde donde quiera que estés, quisiera agradecerte tu trabajo, sabiduría, entusiasmo y ganas de vivir que siguen siendo faro en la niebla de nuestras dudas y espejo en el ánimo de nuestras ilusiones.
Has sido un humanista en estos siglos que te han tocado vivir, llenos de miedo. Miedo a reconocer lo mejor de los demás, miedo a atreverse a buscar luz más allá de los convencionalismos, miedo a buscar otros caminos para la ciencia y el conocimiento, miedo en definitiva a ser y estar en el lugar que nos pertenece.
Conocer el fruto de tu intenso trabajo clínico y humano con pacientes de encefalitis letárgica del Hospital del Monte Carmelo de Nueva York en tu libro Despertares (y en la película protagonizada por Robin Williams) es comprender tu necesidad de humanizar la labor médica y compartirla con los demás. Trabajar con y para las personas es trabajar en y con emociones.
Porque las emociones nos mueven y nos llevan a conseguir metas más allá incluso de lo que soñamos. Por las emociones nos hacemos humanos y a veces dioses, fruto de nuestra capacidad de sacrificio y poder creativo.
Tu poder creativo nos deja esa extraordinaria labor literaria, única por su sensibilidad, perspicacia y capacidad de explicar la enfermedad neurológica desde lo más personal y humano de tus pacientes en títulos como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte o Alucinaciones.
Y en el camino, siempre la música. La música como inspiración. La música como alimento e hilo conductor de tu vida. La música como emoción.
La música es para muchos una necesidad. Un aliento que nos acompaña, enseña y nos hace mejores. Y es que, la verdadera música es alimento del alma y terapia.
Y afortunados somos cuando abrimos el disco y empleamos esos medicamentos al volumen adecuado, es decir, muy elevado. Medicamentos de nombre Tchaikovski, Beatles, Coltrane, Barber, Händel, Jarret, Dylan, Davis, Beethoven, Puccini, Pink Floyd y muchos otros incluidos en el libro de nuestras vidas y emociones.
Y te confieso, que cuando la dosis que necesito es muy alta, yo utilizo Mozart. Porque en mi es el medicamento más potente y reactivo. Soy sensible a la música de Wolfang Amadeus más que a cualquier otra.
Medicamentos que nos curan la tristeza, la angustia y nos acompañan. Están con nosotros en momentos de euforia, alegría, éxito, trabajo y estudio, y también en la soledad y la desesperanza. Con ellos bailamos, reímos, lloramos, amamos, recordamos y olvidamos.
Tu bien lo sabes. Decías que “Los seres humanos somos una especie tan lingüística como musical”, y nos enseñaste en uno de tus últimos libros, Musicofilia, su influencia en la salud y en la enfermedad neurológica.
La musicoterapia que tanto te interesó, ha demostrado su utilidad en ancianos, niños, embarazadas, personas con enfermedades neurológicas y psiquiátricas y en personas con discapacidades.
Y es que la música nos llega directamente al corazón. Como bien sabes, algunos estudios demuestran que en pacientes con enfermedades del corazón la música puede reducir el dolor y la ansiedad y que estos cambios se relacionan con su frecuencia cardíaca y presión arterial. Quizás deberían llenarse de música las consultas, hospitales y salas de espera. Nos iría mucho mejor.
Pero sobre todo, la música nos estremece. Lo sentimos al escuchar una determinada canción, una sinfonía, una pieza de jazz o un aria de ópera en función de nuestras diferentes sensibilidades. Y este estremecimiento, que sentimos en nuestros pelos erizados, tiene una traducción a nivel cerebral. Estudios realizados con técnicas de resonancia nuclear magnética (RNM) funcional demuestran que la música actúa en las áreas del cerebro implicadas en el centro del placer como el núcleo accumbens repletas de dopamina y de receptores de opioides. Quizás estemos en disposición de localizar las emociones y ponerlas color en las imágenes del cerebro.
Sé que para ti, la música es el medicamento no químico más profundo y decías que “La medicina es la más antigua de las artes y de las ciencias: ¿acaso ha de extrañarnos que brote de los sentimientos y los conocimientos más profundos que tenemos?” La relación entre ambas artes, medicina y música, es tan antigua como el hombre.
Y ahora, querido Oliver, te doy de nuevo las gracias.
Gracias por enseñarnos lo importante que es recuperar cada día la dualidad arte-ciencia para poder actuar como médicos. Y saber que cada paciente, tiene su propia música. La emoción individual y única que le mueve y hace vivir.
Si no somos capaces de entenderlo, parece imposible ser médico por mucho conocimiento y títulos que encuentren en nuestra consulta.
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Gracias por darnos a conocer a Oliver Sacks, su música.
Gracias por la música de este artículo, impresionante.
Que siga la música, doctor.
Muchas gracias a tí Ros por seguirnos y compartir este blog con nosotros.
Besos
Una maravilla de post amigo José Ignacio, como la maravilla que es la música y que tan bien describes…
He disfrutado también mucho de algunos de los libros de Sacks que mencionas… Cómo no recordar por ejemplo el relato de su encuentro con Temple Grandin la veterinaria autista que el otro día comentamos en el debate sobre homeopatía en la OMC…O aquel cirujano (!) con sd. de Gilles de la Tourette (un trastornos que se caracteriza por movimientos bruscos e involuntarios) y que sin embargo era superpreciso en las intervenciones que realizaba…
Pero hay otro que libro que también me encantó y que me sirvió de mucho para los seminarios de los elementos de la Tabla Periódica que como sabes usamos como medicamentos en homeopatía: “El tío Tungsteno”. Una historia de su infancia y su amor por los elementos (los materiales con que está construido todo). Ese amor por las cosas y los seres que creo impregna todos sus escritos.
Y por si los lectores no la conocen su carta de despedida cuando ya sabía que le quedaba poco tiempo…
http://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424439216_556730.html
un abrazo
Gracias Gonzalo por compartir y ampliar recuerdos y fuentes de aprendizaje el gran clínico que fue Oliver.
Y gracias amigo, por incorporar ese hermoso testimonio que es la carta publicada en el país de su despedida.
El post queda engalanado con tus aportaciones.
un abrazo