El solsticio de verano. Los ciclos de la vida y la homeopatía.
El verano, en el hemisferio norte, comienza el 21 de junio con la llegada del solsticio de verano, cuando el sol se encuentra en su posición más septentrional, más al norte, con respecto a la tierra. Es el momento en el que disfrutamos del día más largo del año, con más horas de luz.
Desde el 21 de diciembre, que se corresponde al solsticio de invierno y a la noche más larga del año, la luz va poco a poco conquistando el tiempo hasta llegar al 21 de junio. A partir de este momento la oscuridad avanza sobre la luz que va, también poco a poco, cediendo su tiempo y su espacio a su hermana la oscuridad.
Así, como las olas del mar que llegan y se retiran de la orilla de la playa, como el corazón que se dilata llenándose de sangre para comprimirse después al expulsarla, como nuestros pulmones que hacen lo propio con el aire, pues así la luz y la oscuridad se dilatan y se contraen en un infinito ciclo de vida y de muerte. Pero no como un ciclo de opuestos que se enfrentan, como estamos demasiado acostumbrados a verlo, sino como un flujo natural en el que uno da paso al otro en permanente alternancia, en constante armonía.
Dormimos y despertamos, morimos cada noche para renacer a la mañana. Y todo ocurre de una manera gradual, dulce, de la misma manera que el invierno se aproxima al verano a través de la primavera y el verano cede su luz al invierno transitando el otoño.
El verano: el tiempo del fuego.
Hace tiempo ya os hablé en otro post sobre el otoño y esa forma tan profunda y armoniosa que tiene la Medicina Tradicional China (MTC) de entender la salud y la enfermedad a lo largo de los ciclos estacionales. Hoy quiero también inspirarme en la sabiduría oriental para intentar comprender, al menos en parte, los misterios y las enseñanzas que el verano encierra.
En la teoría china de los 5 elementos que gobiernan la naturaleza (Tierra, Metal, Agua, Madera, Fuego) el verano está relacionado con el elemento Fuego, el Sol, y la energía de este elemento se encarga de regir en el cuerpo al corazón y al intestino delgado. Y también gobierna dos funciones orgánicas, la circulación y el calentamiento.
El Fuego es luz y calor y su función en el cuerpo es mantener el calor pero también inspirarnos para “calentar” a los demás con nuestra alegría y nuestra compasión. Así, el equilibrio entre la alegría y la tristeza dependerá del elemento Fuego. Tanto el exceso de uno, la euforia, como del otro, la melancolía, nos hablarán de un desequilibrio de este elemento.
El color relacionado con el verano y con su elemento el Fuego es, como no podía ser de otra manera, el rojo. Observando el color de la piel y las mucosas podemos valorar el estado de nuestro Fuego. Así, una cara o unas manos muy congestionadas o una lengua muy roja nos harán pensar en un exceso de Fuego que puede ser poco recomendable para nuestro corazón. Por otro lado, unas manos y unos pies fríos y pálidos nos estarán hablando de la necesidad de activar el elemento Fuego en nuestro organismo, gobernador de la circulación de la sangre.
El verano: el tiempo del crecimiento.
Tras el descanso y las lluvias del otoño y del invierno, el calor y la luz de la primavera y, sobre todo, del verano hacen que la tierra florezca y madure sus frutos, esos que recogeremos durante el
otoño. El verano es el tiempo del crecimiento y de la maduración.
La luz y el calor del verano nos invitan a proyectarnos hacia fuera, en todos los sentidos. El sol se considera yang porque da energía y estimula la acción y el movimiento. El clima seco y cálido hace crecer lo que dejamos sembrado los meses anteriores. Así, el verano es un gran momento para expandir nuestros proyectos, apoyados en la energía y en la luz de esta estación.
La energía del verano hace más fácil que todo florezca a condición de que no dejemos de cuidarlo y nutrirlo. Es un tiempo de progreso y es muy interesante ponernos en armonía con este impulso para comenzar nuevos proyectos o para relanzar y estimular los que ya tenemos en marcha.
Es tiempo, como vemos, de trabajar pero también de viajar, de jugar bajo el sol, de bañarnos en los ríos, en los lagos y en el mar. Es tiempo de salir a caminar por los bosques y las montañas y tiempo de compartir experiencias, alegrías y esfuerzos. El día es largo y cálido y se nos antoja que hay tiempo para todo.
El verano: alimentación ligera y refrescante.
Estamos ante la estación más caliente y más activa del año así que nuestra alimentación tendrá que mantenernos frescos y ligeros. Además, es la propia naturaleza la que nos llena en esta época de jugosas frutas y verduras, así que vamos a aprovecharlas.
El objetivo de la alimentación de invierno ha de ser acumular y conservar el calor y nutrirnos a la espera del verano en donde toda esa energía acumulada dará sus frutos. Ahora en verano podremos usar todo lo acumulado y el objetivo de la dieta será refrescar nuestro metabolismo para poder estar lo más despiertos y activos posible pues es el tiempo de la acción.
Si el invierno es el tiempo de los platos calientes y calóricos, en verano optaremos más por las ensaladas, los platos fríos y las frutas frescas. Los cereales integrales, sobre todo el arroz, los huevos, el pescado, las semillas como el girasol o el sésamo y los frutos secos serán los complementos ideales de frutas y verduras. Las carnes rojas, los embutidos y los alimentos más grasos los dejaremos en la despensa esperando al invierno. Vamos, que los consumiremos con mucha moderación.
Si bien esto puede ser una pauta general de alimentación muy bien adaptada al tiempo del verano, es evidente que habrá que matizarla según la constitución de cada persona y la actividad física que desarrolle durante la jornada. Así, las personas más calurosas y congestivas se beneficiarán especialmente de esta dieta más refrescante mientras que las personas menos energéticas podrán aumentar el consumo de platos calientes y más calóricos. En este sentido, los cereales integrales como el arroz, el trigo sarraceno o el mijo serán los grandes aliados.
Ya comentábamos que la actividad del verano nos necesita frescos y ligeros durante el día, por lo que es recomendable dejar para última hora de la tarde la comida más fuerte del día, a condición de hacerla al menos dos horas antes de acostarnos.
La hidratación es especialmente importante en este periodo de calor intenso y la mejor bebida es…la que no se necesita. Quiero decir que cuando tenemos una dieta muy rica en alimentos frescos y jugosos el organismo necesita muy poco líquido extra, salvo que realicemos una actividad física muy intensa o hagan temperaturas muy elevadas. Dicho esto, habrá que beber todo el líquido que requiera nuestro organismo, idealmente, sin esperar a sentir una sed intensa.
En relación a los líquidos, la bebida ideal es el agua. Hay que tener en cuenta que cuando sudamos
no perdemos solo agua, también eliminamos algunos minerales, por lo que puede ser interesante completar el agua con un poco de limón y algunas sales, pero solo en el caso de una transpiración muy abundante.
Y por último, algo muy importante; consumir siempre que podamos alimentos cultivados de manera ecológica y sostenible, libres de abonos químicos y pesticidas (fitoterápicos, como les llaman ahora) y que estén libres también de todo tipo de aditivos y conservantes químicos.
El verano: tiempo de moverse.
Sobre la actividad física qué decir; pues que es el tiempo de salir al aire libre. Es el momento ideal para comenzar a incorporar el ejercicio en nuestras costumbres cotidianas y, si ya lo hacemos habitualmente, el verano es también un buen momento para aumentar un poco su intensidad. Pero, sobre todo, es el momento de cargarnos de sol, de luz y de energía, de aire limpio y del frescor del agua de ríos, lagos y mares.
El ejercicio es algo que debe tonificarnos y fortalecernos por lo que es muy importante adaptar su intensidad a nuestra actual condición física. La actividad física extenuante solo servirá para agotarnos e, incluso, lesionarnos. Sin prisa, disfrutando, habrá que ir pidiendo al cuerpo un poco más de intensidad a medida que se vaya entrenando y acostumbrando al esfuerzo y al ejercicio. De esta manera todo será muy fácil y divertido.
Un consejo muy importante y muy de sentido común es evitar la actividad intensa en las horas de calor más fuerte. Cada cual tiene que ser consciente de sus capacidades y posibilidades pero nunca tenemos que menospreciar el efecto del calor en el organismo cuando lo sumamos a una actividad física intensa. Aquí, sobre todo si estamos haciendo ejercicio de alta intensidad y larga duración como montañismo o largas rutas en bici, es fundamental ir siempre con una buena reserva de líquido, a poder ser suplementado con algunas sales como ya comentábamos. Y algo de comida, nunca sobra.
El verano: tiempo de relacionarse.
El verano invita a expandirnos, a conocer, a viajar, a relacionarnos, a hacer nuevas amistades, a compartir tiempo y experiencias con viejos y nuevos amigos.
La rutina, el orden, la introspección que rigen las estaciones más frías y oscuras del año deja en verano paso a la ligereza y a la improvisación. En verano somos todos un poco más niños, aunque sea solo un poco.
Creo que la naturaleza nos muestra permanentemente todos los secretos de la vida, pero la mayoría de nosotros no los vemos. Miramos pero no vemos. Las estaciones del año nos cuentan que hay tiempos para todo. Hay un tiempo para la reflexión, el recogimiento, el descanso, la reconstrucción y también hay un tiempo para sentir, para expandirse, para abrirse, para la acción.
Escucho y leo en muchas ocasiones frases del estilo “deja que te guíe tu corazón”, “confía en lo que sientes” o “el corazón nunca engaña”. Y pienso: ¿Pues para que tenemos entonces la cabeza?
Nuestro corazón y nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestro raciocinio, son tan valiosos uno como el otro, a condición de que los usemos en el momento y en la medida adecuada. Sin el calor del corazón, una persona muy racional es fácil que se vuelva fría e insensible. Pero sin la lucidez de la mente, el corazón, en demasiadas ocasiones, se comportará como un caballo desbocado y ciego.
Qué es más importante, más valioso: el día o la noche, el hombre o la mujer, la raíz o las hojas, el agua o el fuego, el corazón o la mente. Nada es más valioso, todo tiene su lugar. Un corazón cálido y una mente luminosa, ese sí que es un equipazo.
Y otra lección muy bonita que la naturaleza nos enseña a diario es que uno cosecha lo que siembra, y esto es algo muy a tener en cuenta en nuestro día a día. A ningún agricultor se le ocurre pensar que va a recoger zanahorias si ha plantado nabos. Pues no, uno sabe que va a cosechar lo que previamente a plantado y ha cuidado, no otra cosa. Yo ahí lo dejo y que cada cual reflexione que le compensa ir plantando por la vida. Y pensad que uno no solo planta con sus actos; los sentimientos y los pensamientos también son semillas que un día darán sus frutos.
Los ciclos de la Naturaleza y la homeopatía.
La Homeopatía, la MTC, la Medicina Naturista, la Medicina Ayurveda de la India, por citar algunas de las grandes tradiciones médicas de la humanidad, coinciden en entender la salud y la enfermedad conectadas con los ciclos de la Naturaleza.
La química y la tecnología se han instalado en nuestra “medicina moderna” y serían muy bienvenidas si no fuera porque lo han hecho despreciando y ninguneando el conocimiento y la sabiduría que la humanidad ha ido construyendo a lo largo de toda su historia. Y no digo que todo lo tradicional sea adecuado o correcto sino que las tradiciones médicas de este planeta encierran conocimientos y prácticas que, no solo son útiles, sino que, en muchas ocasiones, son más eficaces y seguras para recuperar la salud perdida que las técnicas y los medicamentos de última generación.
La “medicina moderna” se ha instalado en un paradigma falso y peligroso que es pensar que la medicina es una ciencia. No, la medicina NO es una ciencia. La medicina es una práctica, es mucho más un arte que una ciencia. La medicina es todo aquello que los seres humanos hacemos para comprender y aliviar el sufrimiento humano. Y digo el sufrimiento y no solo la enfermedad porque uno puede sufrir sin estar enfermo y, en cambio, estar muy enfermo pero sufrir poco.
Y la ciencia y la tecnología y los fármacos químicos y todo lo que venga a sumar, pues bienvenido pero sin corromper el espíritu de la medicina.
En el último post del Dr Fernández Quiroga sobre el incumplimiento terapéutico de los pacientes, que os invito a que leáis porque sé que lo vais a disfrutar, escribe: “[…] el mismo Dr. Hahnemann afirma en el parágrafo 104 del Órganon7 que la parte más difícil de la visita médica es precisamente esa, “trazar el cuadro de la enfermedad”, o sea, todo lo relativo al relato espontáneo del paciente e interrogatorio posterior del médico”.
Ese relato del paciente, el interrogatorio y exploración del médico, con sus ojos y con sus manos, son el fundamento del diagnóstico y de la comprensión de la enfermedad y del sufrimiento de cada paciente y todo lo demás debe sumar pero nunca sustituirlo.
Cuando un médico homeópata se pone ante un paciente tiene siempre una prioridad: ver y escuchar lo que esa persona trae, cuál es la historia que quiere compartir con él. Lo primero es respetar algo fundamental y es que quien más sabe sobre su dolencia es quien la sufre. Cuando el paciente te ha trasladado el relato de su sufrimiento, entonces ya podemos pasar a preguntar todo lo que consideremos necesario para acabar de entender, con la mayor profundidad posible, su dolencia. Y después estaremos ya en disposición de poder pedir todas las exploraciones, analíticas y pruebas que consideremos oportunas.
La Homeopatía entiende que todos enfermamos y sanamos dentro de nuestras circunstancias y desde nuestra sensibilidad particular a todo lo que concierne a la vida. Cómo influye en nuestra enfermedad la naturaleza y sus ciclos es de gran importancia a la hora de elegir los medicamentos homeopáticos que van a estar más indicados en cada paciente. No va a necesitar el mismo tratamiento homeopático un paciente reumático que se agrave en invierno, con el frío y la humedad, que otra persona también reumática a la que no le influya el invierno pero que, en cambio, empeore con los excesos en la alimentación.
Así, hay personas que van a tender a enfermar o a agravarse de sus enfermedades en relación con determinadas estaciones del año, momentos y horarios del día o localizaciones de la naturaleza. Solo por poner algunos ejemplos concretos de agravaciones y de los medicamentos que podemos relacionar con estos pacientes, esto es, medicamentos que podrían ayudarles dada su particular sensibilidad personal:
- Agravados en invierno. Arsenicum album, Aurum metallicum, Hepar sulfur, Psorinum, Silícea, Calcárea carbónica.
- Agravados en primavera. Psorinum, Lycopodium, Lachesis.
- Agravados en verano. Sulfur, Natrum carbonicum, Fluoricum acidum, Iodum.
- Agravados en otoño. Lycopodium, Lachesis, Dulcamara.
- Agravados en el crepúsculo. Causticum, Phosphorus, Pulsatilla, Luesinum.
- Agravados a la mañana al despertar. Lachesis, Nux vomica, Lycopodium, Sepia, Phosphorus, Sulfur, Tuberculinum.
- Agravados durante la noche. Arsenicum album, Aurum metallicum, Lachesis, Luesinum, Mercurius solubilis, Aconitum, Kalium carbonicum.
- Agravados cerca del mar. Arsenicum album, Magnesia muriatica, Natrun muriaticum, Natrun sulfuricum, Sepia.
- Agravados en la montaña. Arsenicum album, Medorrhinum.
La vida es una sucesión permanente, segundo a segundo, de estímulos y respuestas. Cuando comemos nuestro estómago recibe la comida como un estímulo al que responde segregando unos jugos que contribuyen a digerir esos alimentos para que pasen al intestino delgado que, a su vez, recibirá este nuevo estímulo para él y responderá de la mejor manera.
Lo mismo ocurre cuando nos dan una mala noticia, pasamos de una temperatura cálida a un frío intenso o llega una nueva estación. La salud, a todos los niveles, consiste en tener la máxima capacidad de adaptación al cambio y los medicamentos homeopáticos actúan, precisamente, estimulando esos mecanismos de reequilibrio y adaptación cada vez que nuestro organismo se ve superado por los avatares de la vida.
Pero además la homeopatía cuenta con medicamentos muy indicados para tratar infinidad de percances que podemos sufrir en muchas de esas circunstancias propias del verano como son los viajes, las excursiones a la montaña o los días de playa. En este, este y este post os dejo útiles consejos homeopáticos para disfrutar del verano.
El verano es el tiempo del Fuego, del calor y de la luz que tenemos que intentar acumular para el invierno que nos espera con su oscuridad y su frío. Fuego y Agua, calor y frío, luz y oscuridad, invierno y verano, yin y yang. Ambos aspectos conforman la realidad que ahora mismo no toca habitar y es importante que aprendamos a transitarlos con armonía y paz.
Y por si queréis disfrutar ya mismo de un poquito del verano, aquí os dejo con el de Vivaldi.
Feliz verano.
#HomeopatíaSuma
6 Comments
Deja un comentario
También te puede interesar
Oportunidad de doctorado con financiación completa en Brasil.
Ha surgido una oportunidad para una beca de doctorado Cotutelle totalmente financiada para explorar el uso de la homeopatía en...
5ª Conferencia HRI: “Investigación de vanguardia en homeopatía” Del 16 al 18 de junio – Londres
Los días 16, 17 y 18 de junio tendrá lugar la 5ª Conferencia Internacional de Investigación del Instituto de Investigación...
Me ha encantado tu artículo,sobretodo en estos tiempos que vivimos, que parece que estamos muy alejados de la naturaleza, aunque todos los días oigamos hablar de la salud del planeta.Sino fuera así, me preguntó sino viviríamos mejor y más en concordancia con el coronavirus?
Hola Marga.
Una vez oí otra frase que decía algo así como que no podemos pretender estar sanos si vivimos en un mundo enfermo. Sería tan importante, y tan bonito, comprender que este planeta y todos los seres que lo habitamos somos un mismo ser, que todo está conectado. Pero bueno, en eso estamos.
Un saludo y muchas gracias por tu comentario. Pasa un lindo día.
Me gusta por su enfoque holístico y personalizado. Una frase que da que pensar es que ” la medicina no es una ciencia sino una práctica.”
Gracias Vivian por tu amable comentario.
Te mando un saludo con mis mejores deseos.
Genial este master de sabiduría práctica aplicada a cada momento estacional, a cada reacción o circunstancia de la vida, a cada tiempo y espacio. Verdadera medicina, querido Guillermo. Leer este tratado de vida es también una terapia, todo está en conexión y nada se queda suelto en el proceso que todos y todas compartimos, en este whifi energético que nos llena, nos despierta y nos hace más conscientes, armonizados y felices en la medida en que lo vamos descubriendo, trabajando, disfrutando y compartiendo.
Gracias, querido Guillermo, por la luz, la generosidad, la empatía, la compasión, la ternura inseparable del cuidado del Otr@, del Nosotr@s infinito que fluye y al mismo tiempo nos sostiene y nos integra, por la belleza que desprende el amor fraterno sin el que sería imposible pensar, redactar y regalar algo tan profundo, sencillo y fundamental como este post.
Es una maravilla que lo que desde la antigüedad y las religiones se llamó místico, o sea, “oculto”, con el tiempo y la evolución se haya ido convirtiendo en experiencia natural regeneradora y en la base de nuestra salud, y que cada vez haya más seres humanos descubriendo la unidad de lo plural y la cooperación entre “mal” y “bien”, dejando para siempre “la lucha” y la pelea contra natura, -hasta en la enfermedad- para descubrir el camino de la conciliación que orienta y armoniza sin peleas ni vencedores ni vencidos, entre la enfermedad y la salud. La homeopatía es la prueba del nueve que lo demuestra, junto con las experiencias médicas de Oriente.
Medicina, materia y espíritu son una trinidad indispensable para la misma vida. Para cambiar y comprender el mismo sentido del ser y el existir.
Un abrazo infinito, como siempre, querido Guilermo, hermano, maestro y amigo. Es una bendición leerte.
Pues sí Sol, el camino de la conciliación es el que yo también creo que nos toca transitar. Ahí vamos.
Otro abrazo fuerte para ti.