¿Tengo yo la culpa de estar enfermo?
¿Son mis malos hábitos, pecados, dirían algunos?; ¿las antenas de telefonía y demás ondas electromagnéticas?; ¿los compuestos químicos de los cosméticos?; ¿la mala alimentación?; ¿el estrés laboral?…
Todo el mundo busca explicación a su enfermedad, ya sea en lo que hizo (fumar) o en lo que no hizo (ejercicio). He tenido oportunidad de observar este patrón mental en circunstancias como la infertilidad, lo que conduce a las parejas a sentirse culpables y a intentar muchísimas recomendaciones de credibilidad variable, antes de asumir que con frecuencia se trata tan solo de la combinación del envejecimiento de los óvulos, que no de la persona, y una dosis de mala suerte. Ahora toca elegir las intervenciones que normalmente obtienen los mejores resultados para conseguir el objetivo del embarazo, pero sin culpas y sin tratar de cambiar en la pareja aquello que constituye tan sólo “el chocolate del loro”.
Es el caso del cáncer… o lo era. Jennifer Couzin-Frankel nos explica un estudio de los investigadores Tomasetti y Vogelstein publicado en la revista Science (de lo mejorcito que se puede leer a nivel científico). Resulta que el factor que más influye en la probabilidad de que un tejido desarrolle cáncer es… “la mala suerte”.
Por supuesto, se trata de una simplificación basada en las matemáticas de la división celular, que no contempla cómo los buenos hábitos ayudan a que el cáncer no llegue a desarrollarse realmente o a superarlo si su desarrollo se ha consolidado. Sin embargo, me ha gustado mucho la idea de desculpabilizar al paciente por su enfermedad:
Podemos poner en marcha todas las medidas necesarias y la culpa no es una de ellas ni va a mejorar los resultados de los diferentes tratamientos.
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Por supuesto que hay que desculpabilizar muy de acuerdo. Hay que probar y aprender y a veces desaprender.Que obsesion y peso el de esta sociedad, sobre todo en las mujeres con que nos tenemos que reproducir. Al 10 se llegan por muchos caminos: 2 mas 8 , 3 mas 7 etc, etc, etc. Yo no tengo hijos por voluntad propia, y soy muy feliz,
no tengo ninguna culpabilidad.
Pues sí, los profesionales debemos vigilar muy bien qué decimos, y cómo, porque aunque no sea nuestra intención a veces se nos escapan expresiones que el paciente traduce en culpabilidad.
Otras veces el propio paciente llega a este tipo de conclusiones culpabilizadoras por su cuenta, eso depende de la estructura congitiva (la forma de pensar) de cada uno, y en la consulta es interesante detectar estos patrones de pensamiento porque resolverlos puede ayudar enormemente al paciente a mejorar su calidad de vida, e incluso a resolver el problema cuando está ligado a circunstancias emocionales.
Y en efecto, a menudo la sociedad no lo pone fácil porque ya se han instaurado ciertas creencias que hacemos nuestras sin darnos cuenta. A la persona con depresión le decimos “pero hombre, ¡anímate!” como si fuera un acto de voluntad, algo que no haríamos con una epilepsia: ¿te imaginas diciéndole a un amigo algo como “pero hombre, ¡déjate ya de convulsiones!”?
El caso de la reproducción es particularmente “sensible” en todos los niveles que hemos comentado, y me encanta escuchar que te sientes cómoda con tus circunstancias y decisiones.
¡Ojalá todos consigamos el mismo nivel de madurez!
Muchas gracias, un abrazo.
[…] seguir leyendo […]
Gracias Dr Diaz por este articulo no sabe lo bien me ha hecho
Bendiciones
Y no imaginas cuánto me alegro por ello! 🙂
Aunque es largo de explicar, además resulta que la culpa no sólo no consigue motivar para el cambio cuando hace falta, sino que al contrario nos bloquea.
En el “coaching sanitario” (acompañamiento del paciente en la puesta en marcha de cambios de hábitos y pensamientos) se trata siempre de apoyarse en las fortalezas para avanzar, ahí es donde hay que poner la atención.
Un abrazo, y mucha energía para resolver los problemas y adaptarte a las circunstancias.
Gualberto