Coronavirus y epigenética
Mari Carmen Álvarez Herrero. Catedrática jubilada de Genética de la Universidad de Málaga
En el confinamiento motivado por el coronavirus, se han reactivado los resortes de mi mundo interior, habitualmente silenciados por las actividades con las que está salpicada mi agenda.
Esta situación de aislamiento, con distintos matices, no es la primera vez que aparece en mi vida. En ocasiones anteriores, a diferencia de la actual, me venía impuesta por el precario estado físico y energético en que me hallaba.
La situación actual, si bien me obliga a desconectar de hábitos y actividades externas, no me llega a desconectar de mi entorno físico más próximo, del que sí me sentí alejada cuando perdí la sensación de sentirme viva. En aquel momento nadie estaba afectado, excepto yo, por lo que me sentía una extraterrestre deambulando por la vida entre un mundo de personas “normales”. Son experiencias pasadas de las que salí fortalecida, y que me están ayudando a hacer cómoda y provechosa esta travesía de confinamiento en casa. Una casa con jardín, que bendigo cada mañana, y que trato de compartir desde el corazón con las personas que viven en espacios más reducidos. – Estoy segura de que mi disfrute les llegará de alguna manera-.
Todas las situaciones de desconexión con el entorno, vividas, tienen algo en común; y es que me hacen fácil la conexión con mi YO interior, con ese espacio de luz, de quietud, y de paz, con el que suelo conectar en la meditación, y que creo es lo que somos en esencia; con independencia de las circunstancias que nos rodeen. En resumen, que esta cuarentena de confinamiento en casa, me está facilitando la reconexión con mi YO, incluso sin ponerme a meditar. Algo así, como si este alejarme de la cotidianeidad, me acercara más a la humanidad y al planeta, y me pusiera en una alerta continua.
En ese estado es posible desgranar, uno a uno, los minutos de cada día, y darme cuenta del abanico de posibilidades que hay detrás de cada decisión a tomar, y actuar en consecuencia. En esta toma consciente de decisiones, trato de distinguir si el móvil de cada elección, es el amor hacia mi o los demás, o por el contrario lo hago desde el miedo. Distinguir los matices que mueven cada una de las decisiones, sobre todo si las hemos tomado desde el amor o desde el miedo, es importante a la hora de sus consecuencias, tanto sobre la propia persona, como para el universo; pudiendo incluso alcanzar más allá del espacio/tiempo.
Y es que cada tipo de decisión genera un tipo distinto de vibración: El amor vibra en alta frecuencia y armoniza todo cuanto encuentra a su paso, por lo que tiene un efecto creativo y nos permite crecer y prosperar en todas las dimensiones vitales: física, energética y espiritual. En cambio el miedo, de baja vibración, paraliza y arruina nuestra vida, y con su vibración intoxica el planeta y el universo. Y aquí llego al punto que motivó este texto, que es unir la pandemia del coronavirus con la Epigenética, como eslabón de la ciencia que permite conectar nuestra dimensión física o biológica con el mundo más sutil de las creencias, emociones y pensamientos, que son los que condicionan nuestra toma de decisiones, y en definitiva, nuestro comportamiento.
Si nos fijamos, todas las recomendaciones que nos llegan para protegernos del virus, solo contemplan nuestro entorno externo: protección del contacto físico, hábitos saludables como ejercicio, tomar el sol; así como la alimentación. En esta ocasión, también han invocado al arte y la creatividad, como medios para potenciar la inmunidad.
La inmunidad, como sabemos, es la herramienta clave y única de que disponemos; es la sabiduría de nuestro cuerpo en forma de una compleja red de células que se comunican mediante señales; y que cuando se lo ponemos fácil, nos protegen como si de una madre amorosa se tratara. Sin embargo, echo en falta en las recomendaciones, incluso en medios científicos, el contemplar también nuestro mundo interno como un elemento a tener en cuenta para mantener el equilibrio vital, es decir, un sistema inmune saludable.
La ciencia moderna de la Epigenética, nos dice, muy claramente, que los elementos que conforman nuestro mundo interno, como creencias, pensamientos y emociones, influyen tanto en la actividad de nuestros genes como los factores externos: alimentación, hábitos de vida, etc., con los que sí estamos familiarizados como factores importantes para proteger nuestra salud a través de su actividad sobre los genes.
Mi propuesta, y a sabiendas de las consecuencias que la calidad de nuestras creencias, emociones, sentimientos, o pensamientos, va a tener sobre el buen funcionamiento de nuestros genes, y por tanto de nuestras células, seamos exquisitos a la hora de elegir también nuestro mundo interior, y procuremos llenarlo de pensamientos positivos y sentimientos amorosos, que además de beneficiar nuestra inmunología, va a llenar el universo de vibraciones altas, que son puras bendiciones que riegan el planeta y el universo del que somos parte.
¡FELIZ DIA DE PASCUA!
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