La insoportable responsabilidad del ser médico
Mientras me dirijo al colegio electoral en esta jornada dominical en la que la lluvia es tan protagonista como la democracia me viene a la mente el título de la novela de Milan Kundera. Y pienso en ella justo ahora cuando estamos en plena Feria del Libro de Madrid y el parque de El Retiro se viste de colores, fotografías, poesía, ensayo, teatro y narrativas.
Trato de no resbalar porque las baldosas de la calle están mojadas y se mueven con el riesgo de salpicarse y caerse y en mi esfuerzo por mantenerme en pie no puedo dejar de pensar en la inestabilidad como protagonista de una de las consultas del viernes 26 de este gris mes de mayo.
Es una mujer anciana que no ha cumplido los ochenta y que aparece en el Centro de Salud cargada de bolsas que contienen paquetes de medicamentos y otras con todo tipo de alimentos: fruta, pescado congelado aún duro, galletas y carne envuelta en papel de cocina.
Después de valorar sus análisis que afortunadamente no muestran ningún patrón alterado intento contener la prolijidad de su lenguaje y la rapidez con la que como si se tratase del Gato Félix de nuestra infancia saca objetos secuencialmente de las bolsas y los deposita encima de la mesa.
Entonces, tomándome un respiro que facilite la relajación y el control de la situación le hago preguntas sencillas para comprobar su orientación.
Con esas herramientas poderosas descritas por Sócrates como la puerta del conocimiento comprendo que está desorientada en tiempo (para ella, es febrero de 1997) y espacio (estamos en el hospital según sus palabras).
Esta mujer, que vive sola y sin ninguna ayuda, no conoce los nombres de ninguno de los personajes públicos por los que le pregunto ni muestra el mínimo interés por nada, sin embargo, nos dice con una sonrisa cómplice que la “chica” de Madrid y “el otro” son muy simpáticos.
Consigo el teléfono de una sobrina con la que mantengo una larga conversación en busca de soluciones. Ella, que muestra preocupación por su tía como yo, tiene múltiples problemas que le impiden estar pendiente de ella. Y ambos coincidimos en la necesidad de buscar una forma de resolver la situación lo antes posible porque la anciana no parece valerse por sí misma.
Desafortunadamente, los problemas sociales o sociosanitarios son el pan nuestro de cada día en la consulta del médico de familia y los recursos no están en mi opinión a la altura de las necesidades.
Una consulta preferente con el neurólogo en busca del diagnóstico preciso que permita tramitar la ley de la dependencia lo antes posible es casi todo lo que tenemos en nuestras manos. Y estar pendientes de ella todo lo posible.
Esta historia me lleva a través del camino de grises baldosas mojadas que recorro a solas a tres reflexiones que tienen que ver con la justicia social, la validez relativa de la democracia y la responsabilidad de los médicos.
La justicia social
A pesar de que soy por naturaleza optimista y acudo a la consulta a diario con la ilusión intacta y el deseo de ayudar soy consciente de que los servicios públicos han sufrido un progresivo deterioro en los últimos años muy especialmente durante y después de la pandemia y sobre todo la Atención Primaria que en Madrid como en casi todo el resto de España parece la hermana pobre del sistema público de salud. Y esto, a pesar de que los datos son de sobra conocidos y tozudos en mostrar que solo desde una Atención Primaria fuerte es posible sostener el sistema y que el médico de familia es el único profesional sanitario que puede contribuir a una atención más justa, equitativa y sostenible de todos los ciudadanos independientemente del barrio en el que vivan.
No leo en ninguno de los programas electorales de los que tienen que tomar decisiones que ellos piensen lo mismo, y siento mucho por esa razón que sus corazones me parezcan de cristal. Me dirijo al lugar en el que voy a ejercer mi derecho al voto apesadumbrado porque no he sido capaz de escuchar de boca de ninguno de ellos ni esta prioridad social ni las tres palabras mágicas para mí: honestidad, respeto y afecto.
La responsabilidad del médico
A pesar de que en las facultades e incluso en el MIR casi nadie nos hable de nuestras responsabilidades para con los pacientes, las familias y la sociedad en su conjunto es indudable que uno de los principales compromisos de cualquier profesional sanitario debe ser meterse en cualquiera de los barros que la atención de las personas requiera.
Por eso me sorprendo cuando la sobrina de la paciente de un modo respetuoso me cuenta que las dificultades de su tía según los profesionales que le habían atendido anteriormente eran atribuibles a los achaques de la edad. Y no puedo dejar de pensar por ello de nuevo en nuestras obligaciones, en el ahora tan poco glamuroso Juramento Hipocrático que en mi alma sigue presente a sangre y fuego ni en la dirección que está tomando un servicio sanitario y social imprescindible ninguneado hasta la náusea que permite que estos hechos desafortunados ocurran.
Posiblemente, todos tengamos nuestra parte de responsabilidad. Y es preciso que de modo pacífico y urgente seamos capaces de hacer la necesaria revolución en la que sanitarios y ciudadanos vayamos juntos de la mano.
La capacidad de ejercer el derecho al voto
Mientras observo atentamente los gestos de esta mujer desamparada y escucho su discurso en cascada me doy cuenta de que quizás pasado mañana esta anciana cuyo deterioro cognitivo es evidente y cuya capacidad de juicio parece seriamente comprometida pueda ejercer su derecho a voto e introduzca la papeleta de la “chica” simpática o de cualquier otro en las urnas de metacrilato. Un gesto, que bien mirado no deja de ser un acto sagrado, pero a menudo condicionado seriamente por las circunstancias.
Supongo, que desgraciadamente la Atención Primaria, la sanidad en general, la educación y la búsqueda de la verdad y la belleza que es lo único que realmente importa en esta vida seguirán en el vagón de tercera de nuestros políticos y las ancianas continuarán desamparadas.
Pero, a pesar de todo, yo voy a votar porque aún puedo tener sueños.
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Querido amigo, tus palabras son las de un médico enamorado de la medicina, de la vida y de las personas. Y yo, que te conozco, sé que es así.
Ahora, solo por compartir mi humilde visión que pudiera estar completamente errada, creo que hace mucho que las personas que nos gobiernan y que debieran velar por nuestro bienestar están en otra historia. Ellos pertenecen a un club al que nosotros (por cierto, quienes pagamos su sueldo y mantenemos su club) no pertenecemos. Ellos están para velar por los intereses de sus socios, no de los del “servicio”. Y cada vez que votamos les estamos diciendo que creemos en ellos y que confiamos en que, en adelante, sabrán hacerlo mejor. Y yo hace mucho que ya no les creo. No es incapacidad, es que no quieren hacer otra cosa que lo que están haciendo.
Creo profundamente en la bondad del ser humano como núcleo de su esencia humana pero también creo que hay personas que han renegado de ella para instalarse en el servicio a sí mismos por encima de todo y de todos. Y no digo nada, todos vivimos como podemos. Pero “al pan, pan y al vino, vino” y que no nos cuenten milongas.
Y comparto todo esto, querido amigo, por escribir post como estos que nos ponen a reflexionar…¡¡¡un deporte de riesgo en estos tiempos!!! jajaja Pero tú sigue haciéndolo, por favor, porque lo necesitamos como respirar.
Un abrazo enorme con toda mi cariño y gratitud.
Gracias Guillermo.
Por tu lectura, por tu generosidad y por tu afecto.
Compartimos mucho y seguimos en la brecha por la verdad, la belleza y la salud.
Grandes abrazos
Dr. Guillermo, un saludo
Al margen del daño que se pueda cometer sin intención, por ignorancia, si me permite le doy las gracias por aclarar esa idea tan importante que indica. Cuando alguien se instala en el servicio a sí mismo (un político, una madre, médico, etc.) por encima de todos (sus votantes, sus hijos, sus pacientes, etc.) lo hacen desde una elección libre, renegando de la bondad.
Que no nos cuenten milongas de que están haciendo lo mejor que pueden debido a su nivel de conciencia. Cuando se sirven a sí mismo s por encima de todos, necesariamente utilizando a los que debería servir, causan sufrimiento. Que no nos cuenten milongas de que no son responables de ese sufrimiento que provocan, y que proviene de cada persona individual a partir de su ego. Una cosa es que la justicia no pueda llegar hasta todos los rincones, y otra muy distinta hacer responsable a alguien de un sufrimiento que le han causado terceras personas. Revictimiza, y creyéndose autor de tal sufrimiento, confundido paraliza los mecanismos de su autocuración.
Muchas gracias de nuevo por su aportación.
Dr. José Ignacio, sus post rebosan humanidad por los poros. Es curativo leerle.
Muchas gracias María por leernos y por su generosidad y afecto.
Saludos