La sociedad del cansancio o el cansancio de la sociedad
Es habitual que acudan a nuestras consultas personas que han estado previamente en los servicios de urgencias de los hospitales por presentar síntomas físicos alarmantes como dolor en el pecho, mareo o cefalea intensa, pensando que padecían del corazón o tenían un tumor cerebral, cuando el origen del problema era en realidad, psicológico.
Las expresiones en sus rostros son tensas y su inquietud palpable y contagiosa, de manera que, en principio cualquier modo de tranquilizarles parece inútil.
Llevan en sus frentes grabada una frase: y ya, no puedo más, como fiel paradigma de la autodestrucción. Y si los escuchas, al hablar, no pueden dejar de llorar mientras surge su relato.
Describen jornadas laborales interminables, un trabajo sin límites, exigencias de sus jefes y de ellos mismos, para continuar en una cadena de producción sin fin.
Necesitan estar pegados al móvil y al ordenador las 24 horas del día y todos los días del año, olvidando a sus amigos, familias y aficiones, hasta que la bomba explota y se produce el infarto, la angina de pecho, el ictus o las enfermedades mentales, auténtica epidemia del hombre postmoderno. Y todo, en aras de un ascenso, mayor nómina o más prestigio social.
El espacio y tiempo laboral se han diluido, porque ahora, es posible trabajar en el domicilio, en el metro, en el autobús, e incluso, como el otro día observé, mientras se hace la compra en una tienda con el ordenador en una mano esperando en la caja del establecimiento. El vivir para trabajar se ha convertido hoy en día, más que nunca en un sinvivir autoimpuesto.
Verdad, naturaleza, imaginación, afecto, amor, esperanza, belleza, alegría. Esas palabras son difíciles de mantener quietas dentro de las definiciones; hacen que el diccionario zumbe como una colmena. Pero en tales palabras, en su resonancia dentro de las historias y en sus asociaciones entre sí encontramos nuestra indispensable humanidad, sin la cual estamos perdidos y en peligro.
Wendell F. Berry
It All Turns on Affection
La sociedad del cansancio
Una posible explicación de esta epidemia de angustia, pánico, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, depresión y síndrome del profesional quemado es como dice el filósofo coreano Byun-Chul Han que estamos inmersos en la sociedad del cansancio.
Según Han, el neoliberalismo capitalista, en el contexto de las sociedades democráticas del siglo XXI, ha creado monstruos, y esos monstruos, como si de una dualidad Jekyll y Hyde se tratara, somos nosotros mismos.
El hombre de la modernidad tardía es un Prometeo cansado, un ser agotado por su auto explotación, devorado por su propio ego, víctima y verdugo, que en su masificación de positividad se explota, en aras de su propia libertad. Como diría el anuncio: porque yo lo valgo.
La enfermedad mental nace de una violencia neuronal propia, del interior, en una cadena permanente de autodestrucción, de comerse continuamente los hígados sin necesidad de águilas ni de otros animales, lo que conduce tras una larga carrera de obstáculos a la frustración, la impotencia y sentimientos de inferioridad.
Ya no estamos en la sociedad disciplinaria de hospitales, cárceles, centros psiquiátricos, cuarteles y fábricas; porque los hemos cambiado por gimnasios, torres de oficinas, aviones, bancos, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. Hemos llegado, a la sociedad del rendimiento. Y tal y cómo a los deportistas se les compra y vende en función de su rendimiento, de un modo cuasi objetual, al resto de los ciudadanos nos puede suceder lo mismo.
En unas sociedades del rendimiento, que han tomado como seña de identidad el conocido yes, we can, del modo de vida americano, (con su comida y bebida basura, viernes dedicados a comprar compulsivamente o esa fiesta en la que es preciso disfrazarse y consumir, por poner algunos ejemplos), se han dejado de lado la religión, los rituales y las fiestas, que constituían desde tiempos ancestrales el no hacer, el tiempo de descanso y reflexión, el tiempo sublime, y con ello ha desaparecido el asombro.
El hombre actual, continuamente sometido a estímulos visuales y auditivos es incapaz de sorprenderse, de interrogarse, de buscar otros caminos.
La vida de la modernidad tardía es por ello, una vida desnuda, sin creencias, condenada a la desolación y efímera, en la que la actividad principal es el mirar por sí mismo. Un tipo de vida que conduce al narcisismo. A buscar su salud, por encima de todo.
En contra de lo que la mayoría podemos pensar, la multitarea nos animaliza, ya que antes de ella, éramos el único animal capaz de descansar, de no hacer nada, de dedicarnos al aburrimiento profundo, fuente de bienestar, salud y creatividad.
El trabajo acapara todo el tiempo, creando sujetos desasosegados, hiperactivos y neuróticos incapaces de parar y de decir no. Sujetos que han adoptado la nueva religión de la salud con un comportamiento histérico que les convierte en zombis del fitness, el bótox, el rendimiento y los chequeos médicos, cuantos más, mejor.
Aún recuerdo aquella casa de campo extremeña en la que el dueño nos dijo, con cierta perplejidad: “No entiendo a los madrileños. Se pasan la semana trabajando y vienen aquí, y en vez de descansar, necesitan estar activos de modo permanente”.
Nos matamos día a día, nos auto explotamos a base de optimizarnos y autorrealizarnos, de consumir más y más sin objetivos ni porqués, olvidando que el aburrimiento profundo, eso que los italianos describen sabiamente como dolce far niente, es el origen de la filosofía y del arte, porque favorece la reflexión.
Nos hemos transformado en animales laborales que trabajan en jornadas exhaustivas para cumplir con las autoexigencias y buscar la realización o el vivir para consumir. Y lo hemos hecho, en aras de la libertad individual. Trabajamos porque queremos y podemos. Y lo volvemos a decir muy alto: Yes, we can.
Me pregunto a veces, cuando contemplo a la gente por la calle, en el metro, en el autobús e incluso en los cafés, todos con sus aparatos electrónicos en la mano, si en un futuro próximo no se fusionarán nuestros dedos integrados en un objeto metálico informativo o si nuestros pabellones auriculares desaparecerán porque no será preciso sentir con los oídos ni el llanto del niño, ni el aullido del viento, ni el rugir de las olas, ni existirá la música cómo la concebimos ahora, porque tendremos integrados unos auriculares aislantes y protectores del medio externo que filtraran la información. Ahora, parece, que ya hemos dejado de escucharnos.
Algo parecido a lo que describía Hannah Arendt sobre el animal laborans, que de tanta motorización ha mutado su cuerpo, de modo que se envuelve en una casa de metal, como un caracol.
Ambas son, sin duda, visiones darwinistas de un posible futuro inmediato, aunque el sueño de la razón, como diría Goya, produce monstruos.
Este exceso de positividad, de vida pornográfica abierta a todas las ventanas posibles a través de las redes sociales, ha creado un entorno virtual de grandes almacenes transparentes en los que todos somos mercancía. Nos compramos y vendemos sin pudor.
La multitud de amigos en las redes sociales es un indicativo de la falta de carácter y de forma típica del yo de la modernidad tardía, lo que ha venido en llamarse el hombre flexible, que se dobla ante la adversidad como si su estructura fuese de chicle.
La transformación de las personas en objetos nos despoja de dignidad, de respeto por nosotros mismos y nos quita el respeto de los demás, al ser simplemente una forma de intercambio crematístico para un supuesto gran hermano invisible y no percibido en la vorágine interminable del consumo.
El cansancio de la sociedad
Esta sociedad del cansancio, con su no parar, conduce a la enfermedad mental, siendo el prototipo, la depresión.
Se llega a ella, o a otras formas de manifestar el malestar psíquico cuando tanto el cuerpo como la mente dicen basta y necesitan ser reparados.
Apartarse del medio laboral, cerrar los ordenadores y apagar los móviles, enviar transitoriamente la actividad laboral a paseo y centrarse en sí mismo, y en sus allegados, es la mejor medicina para la mayoría de estos pacientes, que en general van a necesitar un periodo de baja laboral.
Cómo médico de familia, atiendo todos los días a personas que han llegado a ser víctimas de la sociedad del cansancio, empleando para ello tanto técnicas comunicacionales y emocionales, como herramientas psicoterapéuticas, e incluso fármacos, en aquellos casos en los que son precisos.
Restablecer el orden, el equilibro de sus vidas, la homeostasis necesaria, el canto de sí mismo, como si de aquel gran poema de Whitman se tratase es tarea difícil, pero con el tiempo aparece en muchos de ellos el darse cuenta, que permite trazar un camino de desaprendizaje y reaprendizaje en el que todos los elementos disponibles pueden jugar un papel.
Nux vómica y otros medicamentos homeopáticos en la sociedad del cansancio
Si hubiera que pensar en un medicamento homeopático prototípico de la sociedad del cansancio sería sin duda Nux vómica.
Es un medicamento eficaz en situaciones de estrés provocadas por el exceso de trabajo que pueden conducir a la autodestrucción con consumo de tóxicos, síntomas físicos digestivos, musculares, neurológicos o vasculares, y cambios en el comportamiento con irritabilidad, ansiedad, depresión e insomnio. Es, por tanto, el medicamento del hombre actual.
Pero no podemos olvidar a otros medicamentos como Argentum nitricum con sus miedos, inquietud, precipitación y angustia; Ignatia amara, especialmente eficaz en los síntomas somáticos de la ansiedad, Staphysagria, medicamento de gran ayuda en los trastornos provocados por frustración e impotencia no expresados, y que se manifiesta con síntomas emocionales o físicos, o Kalium phosphoricum, en el caso de agotamiento físico tras esfuerzos mentales y emocionales, por poner algunos ejemplos.
Los médicos debemos conocer los condicionamientos sociales de la enfermedad y estar alerta para prestar una mejor atención a nuestros pacientes.
Quizás, la mejor manera de poder ayudar a las personas deprimidas o con otros trastornos mentales, es alejarles de la sociedad del cansancio.
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Excelente percepción sobre el cansancio.
Deberíamos de tener más tiempo para conocernos a nosotros mismos. Está sería la mejor medicina sin duda alguna.
Que gran suerte tengo de tener al Dr. Torres como ejemplo a seguir en su profesionalidad, paciencia y tolerancia hacia los pacientes. Es un gran comunicador. GRACIAS!!!
Muchas gracias Ana María.
Siempre tan cariñosa y generosa conmigo.
Besos
Muy cierto lo expresado. Casi que aún hay PEORES restos en muchos ámbitos sociales. Discursos amenazadores y medios alevosos enrrostrandolos. Promesas políticas que se basa. En el odio al resto. La falta de trabajo o la evidencia de grandes !! diferencias. En fin. Un mercado de ofertas de las más variadas posibilidades de…seguir destruyendo todo lo humano. En virtud de “nuevas promesas”. Atravesado todo con los egoísmos mediáticos . Será cierto que el mundo será todo electrónico? GRACIAS por su aporte. De lo que se divulga muy poco. Haremos FUERZA. NOEMI.BENCHIMOL
Muchas gracias Noemi.
Posiblemente somos más de lo que pensamos.
Un saludo
Felicidades JOSE Ignacio me encanta como escribes, se comprende fácilmente y llega al corazón . Soy farmacéutica y te sigo. Mucho ánimo y qué sigas así.
Muchísimas gracias Mercedes, por leernos y por tus palabras de aliento.
Saludos
¡¡¡ Inmenso tu post querido amigo !!!
Un abrazo enorme y, como siempre, gracias por esa mirada profunda y humana con que lo impregnas todo.
Muchas gracias amigo por tu amistad y tu lectura.
Abrazos