El virus y yo
Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic till Im gathered safely in
Touch me with your naked hand or touch me with your glove
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love
Leonard Cohen
Miro hacia el futuro desde este HOY de preocupación compartida y también al pasado reciente en el que el “puto” virus estuvo tan presente en nuestras vidas.
Visualizo los hospitales en los que familiares y amigos sufrían mientras el luctuoso protagonista de todas las portadas y cabeza de noticieros invadía sus órganos y llenaba de miedo sus almas.
Y recorro las casas, en las que las familias y amigos recibían puntualmente las informaciones sobre la evolución del paciente cuando no se conocían ni los tratamientos oportunos ni los datos transparentes de lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor.
Entro en la consulta, después de recorrer un Centro de Salud irreconocible, lleno de advertencias y prohibiciones más propias de otros recintos y no puedo evitar el asco y la tristeza.
Esa misma consulta, donde muy probablemente las partículas virales llegaron a mi economía dejándome tirado en una cama y aislado en una habitación con un mundo rodeado por tres palabras: incertidumbre, miedo y esperanza.
La incertidumbre no me pillaba de nuevo, porque es mi compañera desde hace décadas. De hecho, dicen y dicen bien los estudiosos, que los médicos de familia trabajamos en condiciones de alta incertidumbre y convivir con ello es una tarea que pasa con el tiempo de lo cuasi imposible a lo cotidiano.
La incertidumbre es una cascada de humildad en el día a día que nos moja y nos hace mejores y resistentes al orgullo, los prejuicios y la prepotencia que nos habían enseñado antes.
Por eso, durante ese mes de marzo la incertidumbre me acechaba pero la mayor parte de los días convivía con ella como siempre, utilizando la única herramienta que conozco contra ella; la espera. Y en la espera callada y prudente, la compañía siempre amigable del estudio.
El miedo entraba por todos los poros de mi cuerpo a través de la información y de la infoxicación. Y desde el primer día tuve la necesidad de refugiarme en el Álamo de mi habitación en la metafórica escucha de The Green Leaves of Summer como una letanía constante y protectora tal y como si yo fuera un nuevo David Crockett, aquel ídolo de mi infancia.
Miedo a ser un número más, a engrosar las cifras de las camas de un hospital abarrotado y con un personal sobrepasado física y emocionalmente. Miedo por el futuro de mi familia que me cuidaba al otro lado de la puerta. Miedo y ensoñaciones que me ponían en contacto con la muerte, mucho más deseada que la hospitalización en una irresistible locura febril con cifras de saturación y de temperatura obsesivas.
Pero en el fondo siempre nos queda la esperanza. Esperanza, alimentada desde el teléfono móvil de mis amigos, por su fortaleza y afecto, por las palabras de aliento de ella, por las pocas buenas noticias que me llegaban, por los cuidados exquisitos de mi familia y por unas torrijas que me llenaron de energía y me condujeron a la recuperación suficiente para volver a estudiar, trabajar y disfrutar de cada momento.
Ahora, después de un año en los que el miedo y la incertidumbre nos envuelven con sus capas sucias y oscuras, intento seguir compartiendo esperanza en cada encuentro clínico. En el coraje, en la lucha, en la capacidad de adaptación de tanta gente con nombres y apellidos a los que pongo cara mientras escribo y que son gran parte de mi razón de existir, habita la esperanza.
Mora en la ilusión que pongo en el estudio compartido con mis compañeros fraternos del grupo Comunicación y Salud de Madrid y en la imperiosa necesidad de la escritura diaria con la inestimable ayuda de tantas lecturas que me alimentan y conforman.
Me inyectan desde hace años ríos de esperanza el aliento inmaterial de mis amigos de Hablando de Homeopatía y los tiempos compartidos que colorean mi vida con los mejores amigos y familia posibles.
Y del mismo modo que en las Metamorfosis el poeta Ovidio es capaz de tener la visión de los ciudadanos de Roma ocupando las calles para recibir al dios de la medicina, que ha viajado desde Grecia para salvar a la ciudad de la peste en forma de serpiente como símbolo de cambio y renovación, yo deseo conjurar a todos los ciudadanos de buena voluntad a trabajar por un cambio en lo sanitario, social y político capaz de traer esperanza.
Una esperanza renovada basada en la bondad, la verdad y la belleza. Una esperanza con incertidumbres y sin miedo, con el deseo de ser mejores cada día. Una esperanza centrada en el aprendizaje y el crecimiento en lo personal y colectivo que nos haga ver que pronto ha de llegar el tiempo después del tiempo en el que el virus desaparecerá y nosotros permaneceremos como el inmortal sonido de la trompeta de Miles Davis.
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Vaya preciosidad de texto. Emocionante, profundo y generoso.
Sus pacientes son personas muy afortunadas, y nosotros, seguidores de este blog, también.
Una pena no haber coincidido en su etapa Valdecilla/Las Antenas.
Un abrazo y fuerza y ànimo para seguir adelante. Necesitamos personas como usted.
Muchas gracias Monserrat .
Supongo que vivirá en Santander, ciudad a la que profeso gran cariño porque me hizo médico de familia.
Un cordial saludo
Personalmente el virus no me da miedo pero sí la supuesta vacuna. Y le pregunto a vd y a otros profesionales, qué herramientas-policrestos dispone la homeopatía para antidotar los efectos adversos de ésta inyección experimental? Los hay? No los hay pero están investigando al respecto? Me interesa vivamente. Gracias.
Buenas tardes Pablo.
Entiendo su preocupación.
Desde luego que se ha estudiado y quizás haya medicamentos como Silicea, Thuya o Arsenicum album que podrían ser aconsejables.
Muchas gracias por leernos
Nadie mejor que un médico humanista e integrador, como tú querido José Ignacio, y como tus compañeros de vocación – de juramento hipocrático y de blogg-, para comprender y remediar el proceso de la enfermedad en el ser humano. Gracias por la comprensión holística, por esa pedagogía de la sutileza entrañable, por el acompañamiento y por la creatividad luminosa, siempre al servicio del bien común repartido en el goteo constante de la inteligencia y del cariño al servicio de la humanidad más golpeada y dolorida. No hay palabras para agradecer tanta generosidad, maestro y amigo.
Un abrazo infinito
Muchos besos Sol y gracias como siempre.
Comparto vivamente este deseo, especialmente desde mi mundo, que es el sanitario.
“Deseo conjurar a todos los ciudadanos de buena voluntad a trabajar por un cambio en lo sanitario, social y político capaz de traer esperanza.”
Y la esperanza sólo será posible si hay humanidad y vivo interés en hacer las cosas bien.
Cada uno lo intenta en su pequeña parcela y competencia profesional, pero si además se encontrara un grupo, una asociación en cada centro de trabajo, como este blog, que se una para hacer más fuerza, sería una ayuda.
Gracias por tu sensibilidad Jose Ignacio
Muchas gracias a ti que eres de las imprescindibles.
Besos
Querido amigo, que post tan bonito y emocionante. Aunque no es más que a lo que ya nos tienes acostumbrados.
Un abrazo enorme.
Muchas gracias Guillermo.
Un fuerte abrazo.
Como siempre, maravillosa redacción. Tengamos esperanza, como bien dices y ¡qué vivan las torrijas!
Gracias
Muchos besos Susana y que vivan siempre.
La misma Esperanza que tu llevas y transmites día a día.
Gracias doctor.
Muchas gracias a ti, Rosa.
Besos
Espectacular reflexión sobre el comportamiento de la medicina homeopática aplicado a todos los pacientes q desean mejorar su calidad de vida.
Muy buena percepción de la vida en sus diferentes conceptos.
Personas tan entregadas a sus pacientes como el Dr.Torres quedan pocas, resaltando su gran humildad, paciencia, sabiduría y su buen hacer por los demás, transmitiendo una paz interior interior plena. Su sencillez le hace grande.
Muchas gracias Ana María por sus comentarios y por tantas cosas.
Besos