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¿Por qué la Homeopatía estudia el conjunto de síntomas?

Hace unos días escuchaba en la radio la entrevista a mi compañero y colega Gualberto la conveniencia de desterrar el término “luchar” contra la enfermedad o con la vida misma. Su acertado consejo – en mi opinión – iba más en el sentido de la reconciliación con uno mismo, con la vida y con lo que la enfermedad nos depara, de enamorarse de una vida que merece la pena disfrutarla porque tiene mucho que ofrecernos. Sabios pensamientos.

Esa misma noche me senté a descansar frente al televisor y de lo que pude ver en ella surgió la idea de éste blog.

Imaginemos a Manuel, un hombre de 45 años que trabaja de comercial en una empresa visitando a los clientes de la provincia.

Después de una ardua jornada de trabajo, con más de 250 km a sus espaldas y con unos resultados comerciales acordes con los tiempos de crisis que corren, llega a su casa a las 9 de la noche. Manuel se pone una ropa cómoda, cena y se sienta delante del televisor con el fin de distraerse un poco de sus preocupaciones laborales. Tras visionar un rato su serie preferida comienza el intermedio publicitario.

Durante 15 minutos, Manuel escucha cómo tiene que bajar su colesterol de 200 “si o si” aunque el no fuma ni bebe y lleva una alimentación sana. Si enferma, no tiene porque parar la actividad que la vida actual  le exige. Sus dientes pueden aparecer artificialmente mas blancos y si se lesiona haciendo deporte no tiene porque parar el ejercicio. Se siente tonto por no haber investigado cómo tener un seguro de su coche más barato y le invade cierta inquietud de no estar pensando en su jubilación o no haber probado un lubricante íntimo que devuelve la alegría a su lecho conyugal, algo decaída por el estrés laboral y los años de matrimonio.

Un poco agobiado por semejante bombardeo, Manuel decide ir al aseo pues la cena, aunque frugal, esta haciendo sus efectos. Por las características de su trabajo,  no le gusta defecar en cualquier parte, lo que le ocasiona cierta dificultad a la hora de evacuar. Pero eso tampoco es problema porque hay solución para evacuar cuando y donde quiera. ¡¡Lo han dicho en la tele!!.

Manuel acaba de ser padre y su esposa gusta de comprar revistas dirigidas a los nuevos padres. Amigo de leer en el WC, comienza a ojear una de ellas. Tras unos minutos le invade la angustia. No ha reparado en  si sus hijos ven y oye bien aunque a él le parece que son normales, si ingieren a diario los nutrientes necesarios para rendir adecuadamente, si defecan en forma y frecuencia adecuada, si su hijo mayor es autista o superdotado, si su bebé de 8 meses tiene un buen desarrollo psicomotor o los múltiples “peligros” a los que están expuestos según su edad. Con gran preocupación se da cuenta que su hijo de 4 años no tiene la tablet con programas que estimulen su inteligencia y capacidades, y que al parecer es muy conveniente en los tiempos que corren. Cae en el más oscuro abatimiento.

Manuel piensa si no estará siendo un mal padre, descuidando todo aquello que debería preocuparle “si o si”. Creía que sus hijos estaban sanos ya que no suelen enfermar y pensaba – iluso de él – que con la experiencia al haber criado otro niño sería suficiente. Un poco agobiado decide acostarse.  Mañana será otro día se dice a si mismo.

Se mete en la cama pero no consigue dormir, lo asaltan remordimientos. Creía ser un buen trabajador, padre y marido responsable y resulta que ha descuidado su futuro, la salud de sus hijos y la suya propia.  Como es lógico, no consigue pegar ojo en toda la noche. Y es una lástima, porque si se hubiera quedado un rato más delante del televisor, hubiera sabido que ya el insomnio no es un problema, que existe una manera de dormir a pierna suelta cuando quisiera y levantarse descansado, aunque probablemente la presbicia propia de su edad le habría impedido leer la letra pequeña que pasa muy rápidamente en la parte baja de su televisor.  Qué pena que Manuel no haya llegado a saber lo feliz que se puede ser comiendo lonchas de pavo, bebiendo agua embotellada o cereales con fibra. Lo cierto es que lo visto la noche antes le ha producido cierta inquietud.

Tras unos días Manuel siente nada más levantarse como un nudo en la boca del estómago, suspira con frecuencia y tiene que respirar profundamente. Acude a su médico de cabecera al que, tras contarle sus síntomas y referirle que trabaja de comercial, lo diagnóstica de estrés y le prescribe un ansiolítico.  Al salir de la consulta reflexiona un poco y piensa que él no quiere tomar “ese tipo de pastillas” porque tiene entendido que crean dependencia y decide ir a un médico homeópata para ver de tomar “algo mas natural”, no quiere que le de sueño conduciendo.

La consulta con el médico homeópata le resulta gratificante. El médico no sólo le ha preguntado por sus dolencias físicas sino que también se ha interesado por las cosas que le preocupan, por su familia y por aquellas circunstancias que le hacen sentirse mejor o peor. Manuel cae en la cuenta de que cuando está tomando una cerveza con sus amigos después de su jornada laboral los síntomas desaparecen prácticamente, volviendo a reaparecer al entrar a su casa. El médico lo escucha, tranquiliza sus inquietudes y le prescribe un medicamento homeopático cuyo principio activo es a base de Ignatia Amara. A los pocos días los síntomas desaparecen y es capaz de reflexionar serenamente sobre cómo ha podido llegar a ésa situación de estrés vital. Decide dejar de ver anuncios de televisión y de leer revistas para nuevos padres. Vuelve a ser él mismo.

Es difícil llegar a mejorar los síntomas de Manuel si no podemos valorar en conjunto que puede haberlos desencadenado. Es fácil caer en la simplificación de que por su tipo de actividad laboral el estrés y el insomnio están servidos. Es decepcionante y hasta peligroso (Manuel conduce mucho a diario) hacer una prescripción escasamente sustentada.

No es que los médicos homeópatas dilatemos el acto médico sin justificación alguna. Este método terapéutico – uno más de los que utilizamos – requiere información, prospección en los padecimientos y características psicológicas de nuestro paciente, sin inducir respuestas, dejando hablar al interesado sobre lo que realmente le aqueja y le preocupa. Entonces es el momento de prescribir.

Muchos de nuestros detractores refieren el mayor tiempo que dedicamos a nuestros pacientes, como parte importante del proceso curativo. Si esto resulta tan evidente para todo profesional de la salud, porque no se practica de manera generalizada.

Retomando las palabras de mi compañero Gualberto: Reconciliarnos con lo que nos ofrece la vida, retomar las riendas de nuestra salud, ser “proactivos” – que término más moderno – en todo aquello que nos incumbe…Pero, ¿Nos dejan los medios de comunicación y el ritmo de vida actual? Probablemente no.

2 Comments

  1. Avatar Luis Reyna el 6 abril, 2020 a las 6:48 pm

    En que parte de la medicina alópata se menciona que no deben estudiarse los signos y síntomas como un conjunto? O que no “requiere información, prospección en los padecimientos y características psicológicas de nuestro paciente”? O por que este post infiere que es exclusivo de la medicina homeópata? No estoy en contra de la medicina homeópata, sino en el desprestigio de una rama para enaltecer otra. La medicina homeópata tiene muchas bondades, con todo respeto Dr. debería recurrir a ellas en lugar de artimañas.

    • Avatar jorge manresa el 12 abril, 2020 a las 1:29 pm

      Hola Luís, agradezco sinceramente tu comentario.

      Como seguramente sabes porque está en boca de todos los sanitarios, el tiempo que podemos dedicar en atención primaria a cada paciente (5 minutos en el caso de adultos y 7 en mi caso como pediatra) no da para recoger mucha información. LLevo comprobándolo 37 años que trabajo en la sanidad pública y confirmando en mi consulta privada, que no es tiempo suficiente para que bien el paciente o la habilidad del médico consigan llegar al fondo del problema.

      Por otro lado, los medicamentos convencionales se prescriben de un modo mucho menos individualizado que los medicamentos homeopáticos, ya que las “modalidades” que llamamos en homeopatía, de empeoramiento o mejoría de los síntomas, son irrelevantes a la hora de prescribir un medicamento convencional y si de especial interés a la hora de prescribir un tratamiento con medicamentos homeopáticos.

      En ningún momento he denostado el papel del médico no formado en homeopatía ya que conozco de sobra las limitaciones de tiempo y elección de los medicamentos convencionales. Al contrario, sugiero a los que desconocen la homeopatía, una línea terapéutica que puede ser muy útil en la práctica diaria. La homeopatía suma, nunca resta. Ya depende de cada profesional el ampliar su formación en otras posibilidades de tratamiento.

      Recibe un cordial saludo.

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