El reumatólogo

Ayer estuve en el reumatólogo. Debo ser honrado y confesar que acudí a él más para un diagnóstico que para un tratamiento de mis dolencias. Desde hace tiempo vengo notando molestias de manera intermitente en las caderas y hombros.

No puedo decir que me sorprendí de lo sucedido porque uno es ya perro viejo en esto de la medicina.

Es una  pena ver como un compañero se queda solo con una parte de mi relato, de MI enfermedad. Ni incluso bajo el paraguas de la relación entre compañeros cabe el escuchar un poco mas allá de lo estrictamente establecido por los cánones que rigen la anamnesis convencional. Ni una sola concesión al relato espontáneo de mi padecimiento.

Que útil hubiera sido para cualquier médico homeópata saber que en mi juventud tuve algún que otro episodio de molestia articular prolongada que ahora pienso pudo ser reumático. Que la humedad me afecta en todos los sentidos. Que tengo un catarro crónico que empeora con la humedad y mejora claramente con el ambiente cálido. Que algunas de mis molestias articulares mejoran con el movimiento lento y progresivo, y que la ducha caliente que me doy por las mañanas me revive y me quita todas las molestias.

Que pena limitar mi visita a ponerle nombre a mi enfermedad y no escuchar que me hace sentirme mejor y qué factores empeoran mis dolencias. Pensándolo bien no es una información necesaria para prescribirme un antiinflamatorio cualquiera.

Un médico homeópata no solo habría puesto nombre a mi enfermedad, sino que sobre todo habría puesto a la enfermedad mi nombre.