Leer para curar
Por el Dr. José Ignacio Torres
Un libro es un capullo que permite rediseñar el propio espíritu
Emmanuele Coccia
Leer para curar
A pesar de que pueda parecer una afirmación atrevida e incluso difícil de compartir para muchos médicos he de confesar que en los últimos años dedico más tiempo a la narrativa, la poesía y el ensayo que al estudio de los artículos científicos y los aspectos puramente técnicos de la medicina. Y eso, que estos últimos me siguen pareciendo fascinantes porque en realidad ciencia y arte persiguen objetivos comunes. Sin embargo, mientras los científicos generan certezas perecederas (de ahí el aserto del profesor de que más del 50% de lo aprendido en las aulas será falso en diez años) los artistas intentan comunicar dudas eternas.
Es posible que esto suceda porque me estoy haciendo mayor y que la edad suele acompañarse de mayor experiencia, capacidad de introspección y espíritu crítico. Ese Pepito Grillo que me habla de la necesidad de ser prudente y buscar lo mejor para mis pacientes puede influir en que mi confianza en la imparcialidad y fiabilidad de las publicaciones científicas haya disminuido por los factores condicionantes económicos, académicos y sociales que giran a su alrededor.
Quizás haya más verdad en un poema que en una publicación científica, más altruismo y mayor humildad, porque del mismo modo que como bien dice Juan Bonilla los grandes poetas son aquellos que convierten a sus lectores en poetas, los mejores médicos deberían ser aquellos capaces de transformar a sus pacientes en expertos en su salud.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo
no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
César Vallejo
La otra cara de la vida
Como a dignos herederos de Asclepio, aquel dios griego de la medicina, en las aulas nos enseñan a pensar que podemos alcanzar su rara habilidad de salvar vidas y devolver la vida a los muertos. Pero, en este siglo XXI que habitamos, no es necesario que Zeus nos derribe con su rayo porque la vida nos coloca día a día en nuestro lugar verdadero.
Hay personas que son golpeadas a veces, algunos sienten el dolor de forma repetida y otros permanecemos siempre heridos y fulminados por el rayo que no cesa.
Visitar, vivir y revivir la herida, el propio dolor es necesario para alguien que decide ponerse a disposición de los otros. Descalzo, desnudo ante sí mismo, el aspirante a terapeuta se pone ante el espejo y se pregunta por sus heridas. Se reconoce mortal y como un médico dañado se pregunta en el silencio de la noche “¿quién no lleva el cuerpo lleno de cicatrices?”
Es sólo gracias al círculo concéntrico virtuoso del amor que nos sentimos capaces de sobrevivir a los golpes tan fuertes de la vida. Una cadena de personas, músicas y libros nos permiten reconstruirnos y volver a ser nosotros, a pesar de que nunca seremos los mismos.
Posiblemente sea desde allí, desde nuestras propias ruinas en reparación y con el alma renovada que podamos penetrar en el silencio. Y desde nuestro desierto interior logremos transitar por el camino de la autocompasión. Esa vía tortuosa que constituye la verdadera puerta abierta hacia el otro, a la escucha, la comprensión y la compasión. Quizás, sea desde ese momento y lugar cuando llegamos a adquirir la capacidad para practicar de verdad el arte de curar.
Entonces, Asclepio habrá vencido a Zeus, porque la muerte es siempre la otra cara de la vida.
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.
Jorge Guillén
Beato sillón
La lectura tiene su liturgia. Un libro es como un amigo, un compañero de viaje, como la persona amada. Se le busca. Se aprecia su olor. Lo tomas en tus manos y acaricias. Miras su portada y te preguntas por el título buscando respuestas. Lo guardas y miras de soslayo con los ojos de la curiosidad y después penetras en él en busca de todo aquello que merece la pena perseguir: la verdad, la libertad que ofrece el conocimiento, el amor y la belleza.
Con el tiempo vamos subrayando sus atributos, las ideas que pasan a formar parte de nuestras células, las frases que nos alimentan y las letras que bañadas de verde o amarillo poco a poco van cambiando de dueño.
Es por todo esto, por ese ritual de ceremonias o actos solemnes no religiosos, que la desaparición de los cines, las jugueterías y muy especialmente las librerías como centros de cultura y vida, y su transformación en cadenas de ropa al por mayor, todas iguales, llenas de olores artificiales en las que se respira la angustia del hormiguero lleno y te sientes como una sardina en la lata bañada por el aceite que nos ahoga me provoque una profunda tristeza y me lleve a huir persiguiendo la paz y el sosiego de estar conmigo mismo en el beato sillón.
Sólo si uno es capaz de imaginar lo que ha ocurrido, de repetirlo en la imaginación, verá las historias, y solo si tiene la paciencia de llevarlas largo tiempo dentro de sí, y de contárselas y recontárselas una y otra vez, será capaz de contarlas bien.
Isak Dinesen
El médico y el arte de traducir
Pintar el cuadro clínico, construir a partir del genograma el edificio que sustenta la estructura familiar, modelar con el cincel de la perspicacia y la capacidad de observación el alma del paciente resultan complejas tareas en un entorno de incertidumbre.
Por eso, cuando tras días, semanas e incluso meses de relación surge como de entre la niebla, cada vez con mayor nitidez la imagen del problema real y descubrimos la emoción, el sentimiento capaz de provocar la enfermedad nos parece un milagro de tal magnitud que solo puede ser comparable con aquel mármol desnudo que tan dura y penosamente ha trabajado Miguel Ángel y del que emerge la perfecta imagen del inmenso dolor; la madre abrazando al hijo muerto en su Pietá Rondanini.
En la consulta el relato pertenece al protagonista. Y este, no es otro que el paciente. El médico es un testigo, un observador que acompaña y que a veces le toma de la mano.
Su tarea consiste en interpretar los síntomas que el paciente relata y los signos que observa a través de sus sentidos; la vista, el oído, el tacto, en ocasiones el olfato. Y en esa interpretación, fiel traductor del relato del paciente, como si de un Javier Marías se tratase trasladando al castellano La vida y las opiniones del caballero Tristam Shandy del autor irlandés Laurence Sterne, ser capaz de pasar a otro idioma, al lenguaje médico del diagnóstico de la dolencia lo que previamente ha escuchado con atención.
Médico y traductor comparten así una tarea creativa, mucho más allá de lo que se suele suponer; en los dominios del terapeuta se encuentra el arte de traducir.
Estudiamos la salud y deliberamos sobre nuestras carnes y bebidas y aire y ejercicios, y tallamos y pulimos cada piedra que encaja en ese edificio; y así nuestra salud fue larga y una tarea habitual: pero en un instante un cañón lo abate todo.
John Donne
La belleza eficiente
La imagen del médico actual se relaciona con una bata, un pijama verde, el estetoscopio o un bisturí en la mano entre otros muchos atributos. Los de Asclepio eran la serpiente (símbolo de la fuerza subterránea sanadora) y el caduceo, una vara larga con pequeñas ramas heredada de Apolo que representaba la sabiduría. Cada una de esas pequeñas ramas constituían diferentes tipos de conocimiento.
Si preguntáramos por las ramas representadas en un caduceo del siglo XXI es muy probable que las respuestas estuvieran relacionadas con la tecnología y las diferentes especialidades médicas, sin embargo, siendo esto sin duda una fortaleza de la ciencia médica, el conocimiento preciso para ser un buen médico es mucho más que eso; no solo ciencia, sino también arte e interpretación.
La práctica clínica necesita del conocimiento científico, de las habilidades técnicas para comprender los aspectos biológicos de la persona enferma. Y también la capacidad comunicacional, la gestión de las emociones y la comprensión ética y estética del problema oculto en la biografía del consultante que solo se pueden aprender a través de las expresiones artísticas, y muy especialmente de la literatura.
Con este bagaje técnico y cultural es más fácil que del complejo entramado que es en sí cada historia clínica surja luminoso el diagnóstico. Y que a través de la fértil simbiosis de lo esperado y de lo inesperado aparezca la belleza eficiente.
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.
Joan Margarit
Curarse leyendo, leer para curar
He recurrido a la poesía, el ensayo, el cuento y la novela en busca de la cura de mis heridas en los últimos meses y de entre todas las lecturas recientes me quedo con los ensayos de Emmanuele Coccia, Kieran Setiya y Anne Boyer.
El primero de ellos nos habla de lo que somos en la historia conjunta de la humanidad que es pasado, presente y futuro, de manera que nuestro ADN es una colección de jeroglíficos de todas las batallas, especialmente las derrotas de todos los vivientes cuya voluntad de redención y de salvación encarnamos.
Leyendo estas líneas y siendo capaces de reflexionar sobre un NOSOTROS tan inabarcable resulta más fácil comprender que los OTROS estén íntimamente encadenados en la rueda de nuestras vidas y por ello reconocer que son parte nuestra y nosotros parte de ellos.
Setiya transita por los complejos lugares en los que habitan la enfermedad, la soledad, el duelo, el fracaso, la injusticia, la absurdidad y la esperanza con la mirada de filósofo. A través de sus páginas nos conduce hacia a nuestro reconocimiento, la necesidad de nosotros y la esperanza en una justicia social como el destino o el sentido de la vida humana individual y colectiva. Nos muestra el poder del sumatorio humanidad más necesidad: este es el único razonamiento, el único cálculo para el altruismo.
Leer a Anne Boyer es una necesidad perentoria para cualquier terapeuta y debería ser una lectura obligada en las aulas. En cada una de sus frases que duelen y golpean como martillos, he sentido la angustia, el dolor existencial y la culpa de estar al otro lado del dolor. El libro es poesía, filosofía y experiencia; porque nadie puede hablar del sufrimiento de modo autorizado salvo el que sufre, nadie puede explicar los diagnósticos y los tratamientos, a veces terribles e inhumanos, sino el que lo padece. Y en este libro Anne explora la vida y la muerte, el dolor, el sufrimiento, la injusticia y la belleza a través de la verdad.
Así, desde la mirada interior que nos lleva a los otros, la práctica del altruismo y el dolor compartido con Anne, que es simultáneamente madre, mujer, periodista y paciente encuentro el lugar para curar mis heridas y sus páginas que contienen ideas, reflexiones y emociones me recuerdan la necesidad constante de leer para curar.
Lecturas
Boyer A. Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista. Sexto piso. 2021
Coccia E. Metamorfosis. La fascinante continuidad de la vida. Siruela. 2021
Ernaux A. No he salido de mi noche. Cabaret Voltaire. 2022
Guillén J. Cántico. El país. Clásicos españoles. 2005.
Margatit J. Una mujer mayor. La cama sol ediciones. 2019
Marías J. El siglo. Debolsillo. 2014
Marías J. Negra espalda del tiempo. Alfaguara. 1998
Setiya K. La vida es dura. Filosofía para encontrar nuestro camino. Paidós. 2022
Tusquets Blanca O. Dios lo ve. Anagrama. Colección compactos. 2022
Vallejo C. Los heraldos negros. Cátedra. 2004
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