Contenemos multitudes
A José Mugüerza y a todo el equipo de Cirugía en Turkana
Por el Dr. Torres
Mientras escucho al músico islandés Ólafur Arnalds que tanto nos acompañó a Gonzalo y a mí en nuestra dichosa ruta a la Mancha buscando a Don Quijote reconozco en el título de su composición el espíritu de muchas personas de estos tiempos, especialmente en los duros dos últimos años.
Han sido multitudes las dolorosas experiencias personales y profesionales desde aquel lejano, pero inolvidable marzo de 2020. Un tiempo que me lleva a pensar en tantos amigos, familiares y pacientes que enfermaron y en las personas que ya no están con nosotros fallecidos por o con ese virus que llegó de China y al que no se le prestó en un principio la más mínima atención.
Múltiples fueron también las reflexiones y lecturas que he podido hacer desde diferentes perspectivas (clínicas, científicas, filosóficas y políticas) y todas me llevaban a un mismo lugar llamado desolación y a una búsqueda constante de soluciones centradas en la principal herramienta del ser humano; la cooperación.
La cooperación
He comprobado en este tiempo como frente al caos y la desorganización los ciudadanos y profesionales han sobrevivido y se han sobrepuesto a las dificultades gracias a la capacidad innata de cooperación en un ejemplo histórico más de que la empatía es un rasgo ancestral en los humanos.
La conjunción de tantas personas de buena fe para tejer esa tela de araña universal que nos une a pesar de las diferencias que tanto se empeñan en resaltar políticos y medios de comunicación ha sido y seguirá siendo nuestra gran fortaleza.
Cuando hemos asistido a desastres no previstos como la pandemia, la capacidad destructiva de la naturaleza con la gran nevada en Madrid o la erupción del volcán en la isla bonita y una guerra impensable para la mayoría de nosotros que no estábamos en este mundo cuando las tropas alemanas invadieron Polonia la acción de muchas personas nos ha demostrado que la unión hace la fuerza, sobre todo, cuando esta forma de trabajar juntos nace del sentido común y el altruismo.
La cooperación ante la vulnerabilidad ha sido un rasgo universal, desde la acción de ciudadanos anónimos buscando formas de ayudar a los más débiles a la capacidad de profesionales para improvisar y gestionar del mejor modo posible tiempo y recursos para ser útiles a los demás.
Hemos asistido cotidianamente a gestos de altruismo hacia los ancianos aislados en sus domicilios (a los que los farmacéuticos les han llevado los medicamentos y los vecinos o servicios sociales la comida), los conductores atrapados en las carreteras auxiliados por conciudadanos, los isleños sin sus pertenencias y casas de la noche a la mañana enterradas en la lava ayudados por los servicios sociales y vecinos, a tanta buena gente que se ha quedado sin recursos para poder comer recibiendo comida en los comedores sociales en los que los alimentos y su distribución eran gestionados fundamentalmente de modo privado y refugiados que acuden desde África o huyendo de la guerra en sus países (especialmente en Ucrania) acogidos por familias.
Un altruismo genéticamente condicionado que tiene un componente egoísta, ya que beneficia tanto a los ayudados como a los que ayudan, pues está demostrado científicamente que la experiencia de ayudar a otros reduce la actividad en los centros cerebrales del estrés y la amenaza y consigue que desaparezca, por ejemplo, de manera eficaz la soledad derivada de la pérdida.
Los ciudadanos hemos valorado con aplausos a las ocho de la tarde a la red tejida de modo espontáneo por sanitarios, bomberos, policías, transportistas, cajeros de supermercado, comerciantes y tantos otros que han puesto su empeño en que el país siga adelante a pesar de las dificultades.
Y los sanitarios hemos intentado estar disponibles el mayor tiempo posible con horarios prolongados y haciendo equipo con nuestros colegas, Hemos asumido tareas para las que no estábamos preparados con la única intención de colaborar y ser de utilidad a compañeros y enfermos tanto en los hospitales como en los centros de atención primaria en los que hemos trabajado codo con codo.
Durante meses tanto la labor de los médicos, como de los profesionales no sanitarios y muy especialmente de los profesionales de enfermería ha sido clave para no perder el vínculo con las personas a las que atendemos y en los peores momentos hemos trabajado de la mano con conductores de taxis y vehículos de transporte de pasajeros que nos han llevado a las casas de nuestros pacientes con afecto y de modo absolutamente altruista siempre con una sonrisa y de buen humor. Eso, ha hecho posible mantener la asistencia domiciliaria a tantos ancianos y personas inmovilizadas que precisaban de nuestros cuidados. Y es de recibo ser agradecidos, porque el poder de la gratitud es innegable y aún más en estos tiempos de zozobra.
Siendo conocido que en la amabilidad de los unos con los otros todos se benefician ( tanto el que la ofrece como el que la recibe) es preciso recordar que la atención sanitaria, quizás más que ningún otro tipo de encuentro y de relación humana, se centra en un vínculo forjado por la calidez, el respeto, la amabilidad y el afecto.
Y en ningún lugar como en los domicilios de las personas el encuentro se tiñe tanto del calor de la amabilidad, porque cuando llevamos a cabo atención domiciliaria jugamos en su campo. Conocemos las características del hogar, lo intangible que dice tanto de las personas que lo habitan (fotografías, libros, mobiliario, recuerdos), las posibles barreras arquitectónicas y a otros miembros de la familia.
Asistimos en esas ocasiones al discurso silencioso de las cosas que constituyen la decoración del hogar transformando la visita en lenguaje mudo del alma cuando somos capaces de percibirlo y sentirlo.
Cuando escribo estas líneas no puedo dejar de pensar en tantas personas y sus mundos reflejados por ejemplo en las fotos de álbumes revisitados que contenían la historia de sus vidas porque cuando compartimos un espacio promovemos un sentimiento de pertenencia mutua como lo hacían John Sasall o el doctor Sachs ambos en el medio rural.
El proyecto cirugía en Turkana
En el medio rural, en una gran ciudad como Madrid o allende los mares en el África subsahariana encontramos gente con inteligencia emocional. Personas como los cooperantes altruistas que dedican su tiempo y esfuerzo a los demás, desde los servicios públicos a las organizaciones no gubernamentales, las que apadrinan o cuidan a personas ancianas, las que recogen a los que no tienen techo o los sacerdotes que utilizan los templos como lugares de acogida, refugio, alimento y afecto.
Y un ejemplo paradigmático de amabilidad, calidez, altruismo y afecto centrado en la ayuda útil y eficaz es el proyecto Cirugía en Turkana, un equipo rebosante de generosidad en el que todos querríamos estar, tanto en el terreno de la acción cuidando y curando a niños, ancianos y adultos cuyos rostros son la límpida imagen del agradecimiento como en la retaguardia en los distintos tipos posibles de apoyo a la iniciativa.
Cirugía en Turkana 2022
La generosidad es una actitud y una forma de entender la vida relacionada con nuestra capacidad de cuidar. El generoso tiene una concepción positiva del mundo en el que vive que le hace menos vulnerable a la adversidad y más útil a los demás.
Nuestros actos de generosidad hacen llorar al mar y en tiempos de pandemia han sido capaces de crear con esa capacidad humana única, multitudes de actos cívicos, de amor, de respeto y de cuidado en múltiples entornos tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras.
Contengo multitudes
Unidos nos contenemos y somos multitud, generamos conocimiento, belleza y colaboración desde la ciencia, la investigación, las expresiones artísticas y la filosofía en un poema gigante que nos anuda y contiene a través de los siglos, de los continentes y de las naciones. Y a pesar de que el conocimiento es limitado, renovable, siempre falsable y lleno de incertidumbre como han vuelto a demostrar las experiencias en la pandemia cada uno de nosotros tiene le certeza de que en su interior contiene multitudes.
Get lost, madame, get up off my knee
Keep your mouth away from me
I’ll keep the path open, the path in my mind
I’ll see to it that there’s no love left behind
I’ll play Beethoven’s sonatas, and Chopin’s preludes
I contain multitudes
Bob Dylan
Cirugía en Turkana 2022
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