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Con la llegada del buen tiempo tendemos a salir más y también hacemos más ejercicio. Todo ello es muy recomendable, pues favorece nuestro bienestar físico y emocional, pero eso no quita para que también puedan aparecer algunas molestias relacionadas con la práctica de algunos deportes, como es el caso de ese dolor en el codo que se conoce como epicondilitis o codo de tenista.
¿Qué es la epicondilitis?
La epicondilitis, conocida también como codo de tenista, es una patología que afecta al lado externo del codo en la zona del epicóndilo, resalte óseo que se encuentra en la parte lateral y externa del mismo. El dolor que aparece en la zona puede llegar a afectar a la movilidad del codo, del brazo y de la muñeca, en mayor o menor grado.
Hay que resaltar que la epicondilitis es una de las lesiones deportivas más frecuentes y que se engloba dentro de lo que se conocen como entesopatías, que son las dolencias que afectan a la zona de inserción de los ligamentos y los tendones en el hueso. Por lo tanto la epicondilitis supone la inflamación del tendón en su zona de inserción en el epicóndilo lateral del codo.
Su denominación como codo de tenista tiene que ver con el hecho de ser una lesión muy frecuente en los deportes de raqueta, aunque hoy en día es más probable que sufra una epicondilitis una persona que acude al gimnasio o una persona que realiza un trabajo físico repetitivo, a que la sufra un tenista profesional como Rafa Nadal. De hecho, es una dolencia muy frecuente en personas sedentarias que trabajan en oficina y pasan muchas horas ante el ordenador.
Existe otra lesión típica del codo, que es la epitrocleitis, también conocida como codo del golfista. Aquí la lesión afecta a la inserción del tendón en el hueso pero esta vez de la parte interna del codo, siendo, por tanto también, una entesopatía. Y sucede como con las epicondilitis que, si bien está definida como una lesión de deportistas, la veremos también muy frecuentemente fuera de este contexto deportivo.
¿Por qué y cómo se produce?
El tendón es una estructura que une el músculo al hueso y que transmite la fuerza que éste genera para producir así el movimiento articular. Un sobreesfuerzo o una tensión repetida de los tendones y músculos que están en el dorso del antebrazo y que se anclan sobre la parte externa del codo, suele ser la causa más frecuente de las epicondilitis. Traumatismos directos sobre la zona o procesos reumáticos también pueden estar relacionados con esta dolencia pero con mucha menor frecuencia.
Estas sobrecargas repetidas funcionan como microtraumatismos que acaban desencadenando una fase inicial de inflamación, seguida de una degeneración de las fibras tendinosas en la zona de inserción ósea, generando áreas de necrosis fibrinoide y degeneración grasa. Así que, lo que en un principio comienza siendo un mero fenómeno inflamatorio, puede evolucionar hacia una degeneración del tendón si no se trata a tiempo.
Síntomas y diagnóstico
El síntoma principal es el dolor localizado en el epicóndilo, la parte externa del codo. Este dolor puede extenderse en ocasiones al olécranon (parte posterior del codo), a la musculatura del antebrazo y, más raramente, puede llegar hasta el 2º y 3er dedo.
El dolor aparecerá con la palpación directa de la zona del epicóndilo así como con los movimientos del antebrazo, de la mano y de la muñeca. Los movimientos más limitados por el dolor son la pronosupinación, girar la mano hasta que se vea la palma de la mano, y la pinza digital. Así, a muchos pacientes que la sufren les puede impedir realizar actos tan cotidianos como abrir un bote de conservas o dar un apretón de manos.
Esta sintomatología suele evolucionar en tres fases:
- Dolor moderado que aparece tras una actividad física intensa.
- En esta segunda fase el dolor es intenso durante la actividad y se prolonga cierto tiempo después, durante el reposo. Todavía el dolor no está presente en las actividades cotidianas.
- El dolor ya aparece en reposo y por la noche y, por supuesto, durante las actividades cotidianas
Habitualmente el diagnóstico es clínico. Es decir, con lo que el paciente nos cuenta y con una exploración básica local es suficiente para confirmar el diagnóstico de epicondilitis. Se podrán pedir pruebas complementarias para descartar otro tipo de patología inflamatoria de tipo reumático o la existencia de un síndrome cervical.
Prevención y tratamiento convencional
Cuando el deportista o paciente nota una molestia y piensa “ya se pasará” es el momento de iniciar el tratamiento.
Algunas recomendaciones en relación con la prevención y el tratamiento precoz de las epicondilitis:
- Reposo funcional, es decir, disminuir la práctica deportiva o cambiar temporalmente de deporte en cuanto notemos las primeras sensaciones de molestia en la zona. Será también fundamental cambiar hábitos y posturas laborales cuando este sea el entorno en el que se origina la epicondilitis.
- Se puede usar también el frío local, 10-15´ cada 6-8 horas, o los baños alternos frío-calor como medidas de desinflamación en los primeros momentos de la sintomatología.
- Los estiramientos al finalizar la actividad deportiva y los ejercicios de calentamiento previos a la misma son rutinas que nunca deben descuidarse.
Si el dolor no cede con estas medidas básicas de forma rápida habrá que acudir a un fisioterapéuta o a un médico experto en terapia manual. La osteopatía junto con otras técnicas como la punción seca, el kinesiotaping, los ultrasonidos o la radiofrecuencia, entre otras, suelen resultar muy eficaces en su tratamiento. Nunca olvidar los ejercicios de estiramientos y de potenciación progresiva de toda la musculatura del antebrazo.
En casos extremos de dolor podremos acudir a la medicación con antiinflamatorios e, incluso, a las infiltraciones.
A veces el tratamiento de la epicondilitis es complejo y se cronifica, entre otras cosas, porque el paciente no cede en su actividad continuada perpetuando la causa.
Homeopatía para el tratamiento de la epicondilitis
Los medicamentos homeopáticos nos proporcionan claras ventajas a la hora de tratar las epicondilitis:
- Podemos usarlos desde los primeros síntomas pues son completamente seguros.
- Pueden usarlos los deportistas de élite al ser medicamentos permitidos; no dan doping.
- Actúan activando los mecanismos naturales de autorreparación de los tejidos.
- Podemos combinarlos con cualquier otra terapéutica. incluso con otros medicamentos si se considerase necesario.
- Se pueden usar en niños, adolescentes y en mujeres embarazadas.
Algunos de los medicamentos homeopáticos que con más frecuencia solemos usar en el tratamiento de las epicondilitis:
ARNICA. Este medicamento homeopático tiene siempre una indicación en las lesiones causadas por sobrecargas y, especialmente, por traumatismos. Podemos usarlo tanto por vía oral como de forma tópica en cremas.
RUTA GRAVEOLENS. Es un medicamento homeopático que se utiliza clásicamente en las lesiones de los tendones y de los ligamentos y, con mayor especificidad todavía, si se afecta la zona de inserción en el hueso como ocurre en las epicondilitis. Será interesante en aquellos pacientes que refieran que mejoran con el movimiento y que noten una sensación de magulladura.
RHUS TOXICODENDRON. Puede ser un medicamento homeopático especialmente indicado en deportistas que comentan que no soportan el reposo y tienen que estar moviéndose de forma continua. Es muy útil en las fases iniciales de la lesión.
APIS MELLÍFICA. Apis es un medicamento que se utiliza sobre todo en la fase inicial por su efecto a nivel del edema inflamatorio y sobre todo si el paciente mejora con el frío local. Por el contrario, si el paciente refiere mejoría con el calor y con la inmovilidad absoluta, podremos pensar en BRYONIA ALBA.
KALIUM BICHROMICUM. Este es un medicamento homeopático que solemos usar con frecuencia en las epicondilitis pues es muy útil en los dolores puntiformes, dolores localizados en una superficie que podemos cubrir con un dedo, como es frecuente que ocurra en muchas epicondilitis.
Cuando las epicondilitis se cronifican y comienzan a aparecer fenómenos degenerativos a nivel del tendón, podremos utilizar medicamentos homeopáticos como CALCÁREA FLUÓRICA, CAUSTICUM o TUBERCULINUM RESIDUUM, entre otros.
En resumen, un tratamiento integrando terapias manuales y medicamentos homeopáticos puede resultar de gran ayuda en cualquier fase de esta dolencia, la epicondilitis.
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