La comunicación en tiempos de coronavirus
Autor: Dr. Guillermo Basauri
Hoy quiero compartir con vosotros algunas claves que a mí me parecen imprescindibles para poder comunicarnos y convivir en este tiempo de coronavirus. Porque en estos días nos está tocando, y va a seguir haciéndolo, convivir como no lo habíamos hecho nunca, como no lo habíamos, quizás, ni imaginado.
Y ya que, en la era de los masters, la vida nos está obligando a hacer uno práctico de Comunicación de Trincheras por qué no sacarle el máximo rendimiento y salir de ésta con unas habilidades de comunicación fortalecidas y siendo capaces de convivir con un poco más de armonía entre nosotros.
Siempre lo digo porque lo creo profundamente: no hay ninguna realidad humana que funcione si no hay una buena comunicación. Ninguna.
Estas pequeñas cosas que voy a contaros son muy personales, a mí me sirven. A cada cual le van a resonar de una manera diferente, eso seguro. Mi objetivo es solo compartirlo.
No supongáis. Preguntad
Mi percepción es que especulamos mucho y preguntamos poco. Nos hacemos películas en la cabeza sobre por qué nos han dicho esto, qué quiso decir cuando aquello, por qué no me miró cuando esto otro…en vez de sencilla y serenamente preguntarlo.
La otra vez cuando te dije aquello de tu hermano, ¿te sentó mal?
¿Por qué no me llamaste el otro día? ¿Estás bien conmigo?
Preguntando antes de interpretar evitamos muchos malentendidos y, además, hacemos sentir a la otra persona que le tenemos en cuenta.
No esperéis. Pedid
Algo parecido ocurre con lo de esperar o pedir. Esperamos que la gente adivine lo que necesitamos o queremos y cuando no lo hacen nos ofendemos o nos decepcionamos.
En vez de estar poniendo a prueba a los demás todo el tiempo por qué no nos acostumbramos a pedir lo que necesitemos.
Mañana tengo una entrevista de trabajo y estoy supernervioso ¿Me acompañarías?
Por favor, llámame en cuanto puedas que necesito contarte algo.
Por supuesto, cuando pedimos algo tenemos que ser capaces de aceptar que la otra persona no pueda o no quiera hacerse cargo de lo que pedimos. Eso ya tendrá que ver con las circunstancias y las necesidades del otro, tan respetables como las nuestras.
Pensemos siempre que nadie tiene por qué saber lo que nos pasa o necesitamos si no lo comunicamos. Nuestra cabeza y nuestro corazón solo lo habitamos nosotros, nadie más vive ahí dentro.
Es siempre mejor hablar de cómo nos sentimos que juzgar a los demás
Cuando hablamos desde lo que sentimos en vez de hablar juzgando a las personas y sus acciones ponemos el foco en nuestro interior y nos damos la oportunidad de ver sinceramente si nuestro criterio es justo o es fruto de nuestra necesidad que no tiene por qué ser satisfecha por el otro. Y también evitaremos ofender innecesaria e injustamente a la otra persona.
Eres un egoísta Vs Siento que no me tienes en cuenta
Eres un desastre con la organización Vs Me cuesta convivir con el desorden
Me agobias demasiado Vs Siento que ahora necesito más espacio
Casi nunca nos hacen daño intencionadamente. Tan solo vivimos como podemos
Yo estoy convencido de que la mayoría de las veces que las personas nos hacemos daño es más por torpeza que por intención. En general, vivimos muy centrados en nosotros mismos y nos cuesta mucho ver al otro y desde ese lugar es muy fácil que acabemos lastimándonos de una u otra manera.
La compasión consiste en entender que todos somos imperfectos, todos, y que vivimos como podemos, equivocándonos muy a menudo, incluso cuando tenemos las mejores intenciones.
Vivir compasivamente, también con nosotros mismos, hace que todo sea más ligero, desdramatiza la vida.
Cuida tus palabras porque no se las lleva el viento
Las palabras tienen el poder de cambiar la realidad y tenemos que pensar que, muchas veces, son como una bala, cuando se disparan ya no tienen vuelta atrás.
La cólera, el enfado y la rabia pueden convertirse en metralletas con las que disparemos palabras verdaderamente mortales. Antes de decir algo es importante pararse un momento a pensar desde dónde lo voy a decir y sentir qué efecto puede tener en la persona que tengo delante. Si el lugar y el efecto me parecen los adecuados, adelante. Si no es así, vale la pena respirar para replantearnos lo que queremos decir y cómo queremos decirlo.
Escucha mucho y habla solo después. Para eso tenemos dos orejas y una sola boca
Escuchamos poco y hablamos mucho. No os pasa muchas veces que alguien os está diciendo algo y estáis más centrados en lo que vais a contestar que en escuchar con atención lo que os está diciendo. A mí sí. Y en cuanto me doy cuenta respiro y me digo: escucha, ahora lo más importante es lo que él quiere decirte.
Después de escuchar con calma y atención podemos tomarnos unos segundos para sentir, pensar y responder. Cuando encaramos una conversación en esa frecuencia es muy difícil, o al menos es más difícil, que se acabe transformando en una pelea.
Cuida mucho el comienzo. Cuando una roca está cayendo por una ladera ya es muy difícil pararla
No solemos valorar la importancia del comienzo de cualquier acción. Cuando estamos hablando con alguien y la cólera nos invade, si nos dejamos llevar por ella y comenzamos a subir el tono y a decir cosas duras e hirientes pronto llega un momento en el que ya no hay vuelta atrás y la comunicación se hace imposible. Ya solo existe la pelea.
Yo siempre procuro estar muy atento a mi estado emocional y a mis palabras desde un principio, sobre todo si estás afrontando una conversación delicada, y en cuanto siento que la roca va a empezara a rodar por la ladera dejo de empujarla porque sé que como coja velocidad ya no va a ver quien la pare.
Antes de decir algo piensa qué es lo que buscas de verdad y pregúntate: ¿Vale la pena?
Te lo digo por tu bien. ¿En serio? ¿De verdad?
Cada vez que oigo algo así, como lo de no quiero ofender, ya se me ponen los pelos de punta.
Cuando sentimos la necesidad de decir algo a alguien yo creo que es muy importante preguntarnos para qué. ¿Qué es lo que busco? ¿Qué quiero conseguir? Porque, si somos honestos con nosotros mismos, detrás de ese es por tu bien o no quiero ofender suele haber poco de eso y mucho de otras cosas.
Si lo que quiero cuando voy a hablar con alguien es acercarme a esa persona y conectar tengo que cuidar lo que voy a decir y la forma en la que voy a hacerlo. Si lo que quiero es otra cosa como descargar la rabia, avergonzarle, reprocharle, advertirle, amenazarle, intimidarle, seducirle, pues está bien, cada cual sabrá por qué hace las cosas. Eso sí, no confundir unas con otras.
Como os decía, estas solo son algunas claves que he ido aprendiendo, que grandes personas me han enseñado, y que procuro tener muy presentes porque me ayudan muchísimo a la hora de entenderme con las personas. Si algo de todo esto os resuena y queréis ponerlo en práctica, ya me contaréis.
Os deseo, en estos días y siempre, toda la salud y la paz de este mundo.
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