Stop acoso homeopatía en nombre de la ciencia, de la salud, de la información y de la libertad. Del pasmo a la indignación y a la acción.
Por Joseba Argintxona Gondra.
Paciente de Homeopatía y miembro de Similia Euskadi – Asociación de Usuarios de Homeopatía
A consecuencia de la bochornosa persecución que venimos padeciendo en el ámbito de la homeopatía y las Terapias No Convencionales, el subtítulo de este comentario describe mi trayectoria de los últimos tiempos.
Abrupta y extemporáneamente violentado, me he visto, como tantos otros, forzado a pasar de ser paciente durante décadas, a ser un activistaindignado en defensa de lo obvio. En defensa de algo tan estimado por mí como supuestamente garantizado por toda la legislación y el ordenamiento jurídico de estas nuestras sociedades supuestamente tan avanzadas y democráticas, tan abiertas ellas. En defensa de mi libertad de elección de aquellas herramientas que considere más adecuadas para promover y acompañar mi curación y desarrollo personal.
Es sencillamente REVELADOR comprobar cómo una información que es a todas luces falsa, es tomada como “leit motiv” por prácticamente todos los medios de comunicación. ¿Qué no ocurrirá en este sentido en otros ámbitos cuando en lo que uno conoce de primerísima mano se actúa con semejante descaro e impunidad? Convertidos casi todos ellos en medios de difusión de una serie de argumentos difamatorios que están causando un daño irreparable a los profesionales de la salud y que junto con nosotros, sus pacientes, quedan en la más absoluta indefensión “de facto” y sin ningún derecho real de réplica, puesto que nuestra voz y la de la incontestable evidencia clínica y experimental que avalan a la homeopatía y demás TNC, es SISTEMÁTICAMENTE silenciada por prácticamente todos ellos, con muy contadas y honrosas excepciones.
Valiéndose de una campaña que se remonta a bastantes años atrás y que ha alcanzado su punto álgido de la mano de un plan a cuyo frente se sitúa el Gobierno, todo les parece útil y legítimo para difamar y arrasar con todas aquellas herramientas que venimos utilizando durante décadas para atender los diversos problemas de salud. Dan ustedes voz unilateralmente y la niegan también sistemática y unilateralmente, planteando un escenario en el que simple y llanamente, no existimos.
No existimos los pacientes y no existen nuestros médicos y demás profesionales de la salud objeto de esta lamentable campaña de persecución, costeada generosamente con dinero público, eso sí. ¿Dónde está la información?
Para quienes llevamos décadas tratándonos con homeopatía cuantos procesos de enfermedad nos han acuciado (tanto graves como leves), escuchar cómo se falta e insulta tan reiterada y sistemáticamente a la verdad, es indignante. Nos causa pasmo e indignación por partes iguales.
Oír que la homeopatía no cura, personalmente me causa el mismo pasmo que me produciría que alguien me dijera que mi corazón no late. Y la misma indignación que me causaría el que alguien, en nombre de la ciencia eso sí, alegara que no es posible que me esté latiendo, sencillamente porque no lo oye desde donde está. Y que a continuación, basándose en semejantes argumentos hiciera de todo ello una difusión masiva a cargo del dinero de mi bolsillo, llamándome idiota de paso, y sin que a uno le quede ni siquiera la posibilidad de gritarle de forma audible: “Pero acérquese usted y ponga la oreja en mi pecho, por Dios!”
Parece absurdo, pero es el tipo de razonamiento que reiteradamente estamos condenados a oír quienes algo sabemos de cómo la homeopatía actúa con asombrosa eficacia cuando se prescribe el medicamento preciso, utilizando las altas diluciones propias de los medicamentos homeopáticos que por supuesto escapa a los cánones de los duros y acartonados oídos de sus detractores, anclados en conceptos que han quedado completamente obsoletos hace al menos un siglo. Anclados también muchas veces, en intereses inconfesables de todo orden y de los que rara vez se oirá hablar en los medios masivos cuando se analiza el tema que nos ocupa.
Ocurre muchas veces, como es mi caso, que quien asiste a semejante bochorno y es tachado de ignorante y víctima de estafa, es alguien que desde siempre ha tenido una profunda vocación de conocimiento y se ha tomado siempre la molestia y el placer de formarse e informarse en todo lo concerniente a la salud y la ciencia. Como consecuencia, la indignación se vuelve de nuevo pasmo por el tipo de argumentación peregrina que repiquetea molestamente en sus oídos.
El paciente de homeopatía es habitualmente alguien especialmente muy informado y consciente de muchos aspectos que habitualmente se obvian, precisamente porque la homeopatía y los médicos que la ejercen nos invitan a ello, sin paternalismos rancios
¿Será por ello que no hay ningún interés en darnos voz?
Si algo aportó la homeopatía desde sus inicios, hace más de dos siglos, fue una perspectiva profundamente moderna y experimental de la medicina,absolutamente en sintonía con los nuevos horizontes que se abrirían mucho más tarde en la ciencia moderna. Y de esto hace ya un siglo, tiempo más que suficiente para despertar del sueño mecanicista dogmático.
El comportamiento absolutamente desconcertante y paradójico de “la materia” en la escala cuántica y más allá es ya una obviedad, junto con todo el sinfín de posibilidades e incógnitas que abre, y mientras tanto se nos sigue “dando la matraca” con que las altas diluciones homeopáticas son agua con azúcar, prescrita por médicos desaprensivos y estafadores, a pacientes chiflados que sistemáticamente nos curamos de nuestros males por efecto placebo. Un efecto placebo que además se extiende a nuestros bebés, a nuestros padres y abuelos enfermos o incluso agonizantes o en coma, a nuestras mascotas, e incluso a nuestras plantas o a células aisladas en un laboratorio. Un efecto placebo que sostiene en la abducción más absoluta a todos los médicos y pacientes de los diversos hospitales homeopáticos que en varios países del mundo forman parte de la oferta sanitaria que se ofrece a cientos de millones de personas.
Llegados a este punto, más que al “efecto placebo”, lo que ocurre en torno a toda esta patética campaña me lleva a formular una hipótesis sobre la acción determinante de un factor subyacente al que una compañera dio en llamar “EFECTO UNTE”. Es este un efecto caracterizado por el trasiego compulsivo e indiscriminado de sobres y prebendas, que acaban componiendo una coreografía aún más indeterminable e impredecible que la que sugiere el mismísimo paradigma cuántico.
Tal conjunción y convergencia de impulsos e interacciones en tan diversos campos (político, mediático, académico, financiero...) sugiere ciertamente la acción a distancia de alguna emanación surgida de algún tipo de “materia oscura” o, cuando menos, oculta y en la sombra. Qué poco oirán hablar de ello; de los muy oscuros aspectos de la “materia” que nos ocupa (y no de la médica precisamente).
¿Qué ciencia esgrimen los pseudoescépticos? ¿De qué siglos datan los postulados que subyacen en su discurso? Desde luego no es la ciencia del siglo XXI. En ese discurso, la ciencia entendida como conocimiento no tiene cabida. Los pacientes lo sabemos porque además de curarnos con la homeopatía y otras tantas terapéuticas valiosísimas, nos hemos ocupado de formarnos e informarnos. Por eso somos perfectamente conscientes de que la ciencia desde la que hablan es un puro esperpento que solo puede sostenerse en ausencia de un interlocutor al que previamente se le ha privado de voz.
Mensaje único. Nulo contraste. Verdad incontrovertible. Dogma. Su corazón, señor mío, no puede estar latiendo. Olvídese. Se lo digo yo en nombre de “la ciencia”. Puro espíritu científico, vamos.
Ciencia, por lo tanto, no hay en este discurso. Información y comunicación abierta, mínimamente verosímil y contrastada, sabemos en primera persona que tampoco. Lo sabemos entre otras muchas razones, porque como miembros de una Asociación de Usuarios de Homeopatía asistimos impotentes al veto informativo permanente y sin prácticamente fisuras, mientras la campaña perfectamente orquestada va desplegándose en todos los frentes.
Será entonces el interés por nuestra salud lo que guía semejantes esfuerzos salvíficos, perfectamente dirigidos y orquestados desde los más diversos ámbitos. Podría perfectamente serlo, si no fuera por el pequeño detalle de quelos pacientes y usuarios de todas estas terapéuticas llevamos toda nuestra vida y la de nuestros seres queridos de toda condición encantados con las opciones que en su día tomamos en lo concerniente al cuidado de nuestra SALUD. Sí, con mayúsculas.
Llevamos décadas decidiendo y curando nuestros males en la más absoluta de las calmas, recibiendo en la inmensa mayor parte de los casos una atención modélica por parte de los profesionales que nos atienden y que pagamos religiosamente de nuestro dinero.
Y allá donde todo era calma y sosiego, de repente arremete, espada y megáfono en mano, un patético salvador envuelto en su capa de “cientificismo”, paternalismo lamentable y espíritu inquisitorial a partes iguales, ante el que prácticamente todos los congregados hacen reverencia.
¿De qué o de quién pretenden ustedes salvarnos? ¿Quién les ha convocado y quién (y de qué manera), alimenta su desmedido afán salvífico? ¿Por quién nos toman ustedes? ¿Quieren, por favor, dejarnos en paz?
No. No quieren dejarnos en paz.
Ese es precisamente el “quid” de todo este lamentable y artificialmente generado tumulto. Los pacientes sabemos que lo que se pretende es precisamente no dejarnos en paz. No permitirnos el acceso a ninguna forma de abordaje del sufrimiento humano que no pase por engrosar las cuentas de resultados de quienes prescinden de toda consideración sobre la dignidad humana y la salud. Un ser humano empobrecido, una salud expropiada y una maquinaria bien engrasada para acumular beneficios a costa de todo ello, en dinero público contante y sonante, por supuesto.
Nos corresponde a los pacientes, a los ciudadanos en general, plantearnos qué queremos para nuestras vidas e incluso para nuestra muerte. Personalmente opté hace varias décadas por hacerme acompañar de una ciencia, de una medicina, de una economía, de una educación, etc, al servicio de la vida y el desarrollo personal y colectivo.
Por todo ello, en esta lamentable situación que vivimos y tras un momento de incredulidad y otro de pasmo, personalmente me puse inmediatamente en acción. Una acción alimentada por la indignación, ciertamente, pero también por la certeza de que cuando uno se sitúa donde le corresponde, eso le cura y dignifica.
No tengo personalmente duda de que en este momento histórico, especialmente la homeopatía, pero también muchas otras prácticas perseguidas, son un símbolo y una realidad de autoafirmación del ser humano ante la barbarie. Un símbolo y una realidad de pensamiento y acción creativa y creadora frente a la devastación.
La homeopatía incorpora y promueve valores universales imprescindibles si este planeta que habitamos ha de tener algún futuro. No violencia, no toxicidad, impacto medioambiental negativo nulo, cooperación, globalidad, visión sistémica, desarrollo personal y colectivo profundo, etc, son esenciales en la comprensión que desde ella se hace de todos los seres.
La homeopatía es revolucionaria y joven a rabiar.
La homeopatía es ciencia del siglo XXI, y como tal hemos de exigir que sea tratada. Hemos de exigir que se investigue con dinero público en todos los aspectos que señala y que se enseñe en las Universidades.
La homeopatía no solo es una medicina no convencional. Es parte de la imprescindible alternativa a cierto tipo de medicina que olvida a la persona. Y junto con ella, muchas otras TNC a las que se difama igualmente y por motivos semejantes.
Frente a otros modelos agresivos o muy agresivos, causantes de sufrimiento de muy diverso orden y siempre generadores de incontables miles de toneladas de sustancias tóxicas que son finalmente vertidas a la naturaleza, tenemos aquí una alternativa incuestionable, de probada y modélica eficacia también en ese aspecto. Es ese carácter modélico y profundamente eficaz, el motivo último de la persecución. No lo olvidemos.
La mayor prueba de la eficacia de la homeopatía es precisamente esta desaforada campaña de difamación y exterminio.
De esto se trata y no de otra cosa. Por eso quiero invitar a quienes se guíen por el verdadero espíritu científico, periodístico, político, humano en suma, a indagar y profundizar en las claves que rigen todo este asunto, cada cual desde su ámbito. A indagar en todo lo que está ocurriendo y a hacer frente al pensamiento único que se pretende imponer en nombre precisamente de aquello que es su mejor antídoto:
- LA VERDADERA CIENCIA
- EL CONOCIMIENTO
- LA LIBERTAD DE PENSAMIENTO Y ELECCIÓN
Estemos atentos. El zorro no puede ser precisamente el mejor gestor de un gallinero. Encendamos las luces, las de posición -muy importantes- y las otras. También los focos antiniebla, que hay mucho que desvelar y ante lo que decir… ¡¡¡BASTA!!!
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