Medicamentos homeopáticos para la lactancia materna
Es la Semana Mundial de la Lactancia Materna.
El periodo de la lactancia materna es un regalo de la naturaleza que sólo puede disfrutarlo plenamente la mujer. Yo como hombre he disfrutado de la lactancia materna de mis hijos desde una visión y sensibilidad distinta a lo que vive una mujer. Os voy a contar mi experiencia personal como padre durante el periodo de lactancia de mis hijos y más en concreto, con mi hijo más pequeño que tiene 4 años recién cumplidos y ha estado lactando hasta su cuarto cumpleaños.
¿Qué es la lactancia materna?
Mi mujer, Marta, dice que todas las mujeres pueden dar el pecho, que están diseñadas perfectamente para la lactancia, y es cierto. En principio todas las mujeres pueden dar el pecho, a veces sólo necesitan un buen apoyo de su pareja y de profesionales sanitarios. Antes de que mi mujer comenzara a dar el pecho sabía más que ella sobre lactancia, pero ahora sé que ella sabe más que yo. Pero la lactancia materna es una decisión personal y esa decisión debe tomarse con serenidad y calma, nunca debe ser motivo de angustia, de nervios o presión de familiares. La lactancia es un momento de disfrute de la madre y de relación especial entre la madre y el hijo. La verdad es que la lactancia materna es un tema apasionante, precioso, pero muy extenso. La lactancia materna no es más que la madre aporta a través de sus senos los nutrientes necesarios para conseguir una adecuada alimentación de su bebé.
¿Qué es la lactancia a demanda?
Mi mujer decidió dar lactancia materna exclusiva a nuestro hijo Alejandro. Tenía ciertas ideas preconcebidas como que la lactancia serían 6 meses y ya (al final han sido 4 años), que poco a poco se iban desmontando. Le expliqué por encima que la lactancia debe ser a demanda y ello implica que cuando el bebé quiera se le debe ofrecer. ¿Y cómo sabemos que quiere comer? ¿Siempre que se “engancha” el niño está comiendo? Como digo, debe ser a demanda y es igual que un adulto, que come cuando quiere. Más o menos hay unas horas y los lactantes suelen hacerlo cada 3 horas más o menos, pero en ocasiones varía. Esta es la primera premisa, a demanda.
¿Cuánto tiempo debe durar la lactancia materna?
Otra cuestión que quiero aclarar es el tiempo de lactancia, y de cada toma. El tiempo de cada toma no es fijo en todos los niños. Desde mi punto de vista eso de los 10 minutos en cada pecho, es un error. Mi hijo estaba 2-3 minutos y con eso le valía. Para que os hagáis una idea, en el primer cumplemes había engordado 2 kg. Mi madre, como matrona a la antigua usanza, veía lo que comía y nos decía: “A ese niño le pasa algo, no come nada”, pero ya digo que en el primer mes engordó 2 kg. Hasta los 6 meses el peque iba engordando/creciendo de forma adecuada, o casi exagerada. Esto es lo que recomienda la OMS: lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses y después es recomendable mantener la lactancia materna durante al menos 2 años. Y a partir de aquí a introducir alimentos (mi hijo no tomó ningún puré). La OMS en su libro La alimentación del lactante y del niño pequeño da información de aspectos muy interesantes como la composición de la leche materna.
Tras el parto, comienza a desencadenarse una cascada hormonal que provoca la “subida de la leche”. A partir de aquí le toca trabajar al bebé. La producción de la leche materna está estratégicamente planificada y en unos días, esta producción se adaptará a las necesidades del bebé, ya que la producción dependerá de la succión que realice él: si succiona mucho, se producirá más leche, si succiona poco, se producirá poca leche. A la par, la mamá debe tener una ingesta adecuada de agua, pues de la composición de la leche materna el 80% es agua.
Se ha visto que cuando el niño toma lactancia materna exclusiva los primeros 6 meses se obtienen más beneficios en salud, como que estos niños tienen menos prevalencia de enfermedades autoinmunes, asma, celiaquía, diabetes, enfermedad de Crohn… Parece ser que los nutrientes se absorben mejor mediante la leche materna.
Posibles problemas en la lactancia materna y cómo la homeopatía puede ayudar
El embarazo y lactancia materna es un periodo donde la utilización de medicamentos puede influenciar en el desarrollo fetal o ya en el periodo de vida extrauterina. Por eso debemos asegurarnos de que los medicamentos que demos a la mujer embarazada o a la mamá en lactancia sean seguros. El medicamento homeopático es eficaz y seguro en el embarazo y durante la lactancia. No todos los problemas que puedan surgir en la lactancia deben resolverse con homeopatía o con otros medicamentos. Por ejemplo, el pezón invertido no impide la lactancia, pero si la dificulta, y en este caso se puede usar pezoneras para facilitarlo. Además, hay otros problemas que suceden en este periodo y que no tienen una relación directa con la lactancia materna, como es la depresión postparto.
- Cuidados de la mamá: si cuidamos a la mamá estamos cuidando al bebé. Conocí a un obstetra que me dijo en una ocasión: “A ver si hay un médico que cuide de la madre como yo he cuidado del bebé durante el embarazo”.
- Post parto inmediato: de forma sistemática, durante el parto debe administrarse Arnica montana, si hay importante hemorragia en el parto se administrará Phosphorus, China.
- Ante una episiotomía usaremos Staphysagria, pero si se produce desgarro se usará Nitricum Acidum.
- Ante la depresión postparto, que suele suceder entre el tercer y quinto día tras el parto, utilizaremos Sepia (cuando la mamá no quiere ver a ningún familiar y el llanto del niño le molesta, quieren que le dejen en paz…) o Pulsatilla (cuando llora mucho y quiere ayuda de su madre…) o Ignatia Amara (si hay mucha ansiedad y nudo en la garganta…).
- Cuidados de la lactancia materna.
- Si nos encontramos con un problema en el que se produce una subida tardía de la leche, podemos recomendar Ricinus Communis.
- En caso de mastitis daremos Apis (si hay edema), Belladona (inflamación e ingurgitación mamaria), Phytolacca, Rana bufo, Pyrogenium (con fiebre)…
- Cuando aparecen grietas en los pezones, la lactancia puede ser dolorosa y en este caso, usaremos Graphites (si hay costras amarillentas) o Natricum acidum (grietas dolorosas, sanguinolentas).
Algunas de estas recomendaciones son del Dr. Jaques Grauwet, especialista en Ginecología y Obstetricia y que realizó una ponencia en el II Congreso Internacional de Homeopatía en noviembre del 2001. Algunos aspectos de su ponencia he podido ponerlos en práctica en mi consulta con muy buenos resultados, como nos indicó en su exposición.
Además de la Homeopatía para acompañar la lactancia, también recomiendo una serie de suplementos para la mamá (como digo, hay que cuidarle). Suelo recomendar Omega-3, probióticos y vitamina-D. Estos tres suplementos son la base, luego podemos usar alguno más, dependiendo de las necesidades maternas.
La lactancia materna es otro periodo en el desarrollo del ser humano donde, además de aportar un alimento esencial para el bebé, hay un vínculo entre madre y bebé que supera cualquier explicación. Personalmente, me parece algo maravilloso y ver cómo se miran la mamá y el bebé me parece un lujo de la naturaleza, de la vida, que te llena de felicidad y paz.
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Gracias, querido Alberto! Es genial comprobar cómo han cambiado los tiempos a mejor en este plano de la Medicina y con la apertura y conciencia de la propia sociedad ante el mundo de la maternidad y especialmente, de la lactancia. En los años en que yo fui madre (70-80) la actitud general de la sociedad ante la maternidad y la lactancia no tenía nada que ver con la actual.
Las mujeres nos dividíamos entre dos aspectos: participar en la vida laboral igual que el parejo y afrontar desde ahí una maternidad a ratos, combinada con la lactancia artificial, aunque con las inevitables dificultades de tiempo y espacio que dedicar al bebé, o plantarse, dejar todo y dedicarse por completo a la crianza, dejando a un lado la vocación profesional, tal vez para siempre. Personalmente, opté por la segunda opción. Me absorbía por completo la necesidad imperiosa de tener y cultivar una familia, a ser posible, numerosa, dedicándome a ella, en cuerpo y alma. Yo era hija única. Mi madre después de mi parto que fue horrible (nací muerta y fui milagrosamente resucitada, cuando ya pensaban en enterrarme) se quedó muy mal y al año tuvo un aborto que casi le cuesta la vida y quedó potencialmente estéril, hasta la premenopausia, con 43 años, cuando tuvo a mi único hermano con que me llevo casi 18 años.
Me crié sola. Fui lactante durante tres años, aun me recuerdo mamando de pie a ratos, mientras mi madre se preparaba para las oposiciones de “maestra nacional” como se les llamaba por entonces. Aunque en realidad hubiese sacrificado encantada mi lactancia por tener hermanos. Lloraba con frecuencia preguntando por qué todo el mundo los tenía y yo no. Me explicaban el por qué, pero mi tristeza y soledad seguían ahí. No las compensaban ni los juguetes abundantes, ni los regalos, ni los caprichos ni los mimos de toda la familia a mi alrededor. Era “la niña” y el centro de una atención implacable en todos los sentidos. Por esa razón, la necesidad se sentirme familia grande y encima, ser madre, se convirtió en mi paradigma existencial.
Tuve ocho hijos. Seis chicas y dos chicos que fueron y son ocho bendiciones del universo. No había imaginado tener tantos, pero fueron llegando y cada una y uno de ellos traía consigo unos dones únicos, unas particularidades irrepetibles, eran seres originales como lo es cada ser humano y yo tenía el privilegio de ser la puerta de entrada y el camino de los primeros pasos en sus vidas.
La infancia de ellos, afortunadamente, no tuvo nada que ver con la mía. Eran la alegría personificada y compartida. Las tres mayores se llevan un año entre sí, la cuarta ya se distanció dos años, el quinto, otros dos, la sexta casi dos años, la séptima, tres y el octavo, casi seis.
Esos tiempos significan una organización de lactancias muy distinta que me aportó cierta experiencia en cada caso. Cuando nació la mayor, Ana, yo tenía 22 años. La lactancia fue muy bien desde el principio, comía cuando tenía hambre y ella sola se reguló sus tiempos. Pero en aquellos años la pediatría aconsejaba otros modos de alimentar,así que por consejo del médico a los tres meses comenzamos a darle unas cucharaditas de puré de frutas: plátano y naranja que poco a poco sumaron manzana rallada si había algo de diarrea, o pera, o melocotón. A los cinco meses comenzamos con los cereales y la leche en polvo adaptada a la papilla. A los seis meses con los primeros dientes, las papillas de verdura y a continuación, jamón de York, quesito fresco, pollo, pescado hervido…y evidentemente, con otro embarazo y otra hermana recién llegada, era insostenible la lactancia más allá del año.
Lo cierto es que les fue de maravilla en su desarrollo tanto físico como psicoemocional. La fratría resultó ser la mejor heredera de la lactancia. Eran felices y una piña entre ellas y ellos. Se cuidaban unas a otros, se organizaban, nos daban ideas geniales para juegos y actividades. Y según iban creciendo daban cada día más motivos para comprobar hasta qué punto había acertado con la elección de hacer de la maternidad mi profesión completa, que compartía en los pocos ratos libres con la escritura, relato corto y poesía, con algún que otro inciso teatral, para los grupos en que ellos iban pariticipando. Más la dedicación en grupo familiar in crescendo, al voluntariado social, de un modo familiar, es decir sintiéndonos familia de todo ser humano, especialmente si estaba en condiciones de abandono y carencias.
Sólo cuando crecieron y empezaron a volar por libre, me plantée dar la vuelta a mis estudios de Filología y Literatura Hispánica, y estudiar terapias naturales y conductuales para completar el servicio vital a la familia humana.
La experiencia me ha ido enseñando el tiempo que la lactancia materna va mucho más allá del alimento orgánico y la necesidad del lactante no sólo es material, espacial, temporal y afectiva, sino también de desarrollo consciente y personalizado en comunidad. Compartir amor, atención y desarrollo es fundamental para el equilibrio del ser humano, es pedagogía integradora, el grupo ‘gestionado’ por esa nutrición, es el antídoto del egoísmo y la liberación de muchas neuras. Vernos obligados por la vida con normalidad y desde pequeños a salir de nuestras burbujas, recibiendo y dando habitualmente, nos equilibra, nos fortalece y sensibiliza al mismo tiempo. Nos quita el miedo y nos abre a horizontes nuevos que vamos creando, gracias a que desde niños se puede establecer una conexión “lactante”, nutriente y recíproca con el Universo, que se materializa en la vida cotidiana. Lo más hermoso y medicinal es descubrir que uno mismo es el claro espejo del Nosotros y que el tejido del Nosotros no es posible sin individualidades sanas, lúcidas y gozosas, que se nutren compartiendo el mismo alimento cocinado de distintas formas., puesto que cada uno es único. Una lactancia consciente y enriquecedora, es fundamental para un desarrollo completo. Y no es cosa del tiempo que dura sino de que perviva el vínculo y el cuidado evolucionando y madurando en cada una de nostras y nosotros.
Me ha encantado leerte, querido Alberto, y activar la memoria de lactante que supera con creces una etapa determinada de nuestras vidas.
Muchísimas gracias como siempre, pero hoy, especialmente, por el tema materno/filial que tanto significa para mí.
Un fuerte abrazo
Sol, que experiencia tan vital. El agradecido soy yo al leer palabras de amor, de ternura, de ilusión en cada una de tus líneas.
Agradecido eternamente.
Maravilloso post. Gracias por compartir parte de tu saber y experiencia. Saludos
Hola Lorena. Gracias a ti por leer. La verdad es que fue una experiencia compartida donde el protagonismo corre a cargo del lactante y la madre, pero donde el padre puede ser un gran apoyo. Yo he disfrutado mucho.