Confinamiento y convivencia familiar
“Todas las desdichas de los hombres vienen de una sola cosa: no saber permanecer quietos en una habitación”.
(Pascal, Pensamientos)
Pues aquí estamos, confinados, aislados, aprendiendo a hacerlo, a estarnos quietos. Y ojalá salgamos de este aprendizaje, de esta habitación, más sabios, más generosos y más solidarios de lo que entramos.
La convalecencia
Porque, desde un punto de vista, esto que nos está sucediendo ahora es como una especie de convalecencia. Como si todo el género humano, o más de la mitad de la población mundial, que está confinada en estos momentos, fuera un único ser vivo. Se puso enferma -aún lo está-, pasó lo peor -no estoy seguro de eso-, se dejó jirones muy dolorosos y terribles en esa enfermedad, y ahora está convaleciente, ojerosa, débil, cansada, extraña, desperezándose aún, sin ganas de volver. Es esa etapa en que vemos el mundo como de lejos y por un lado, queremos volver y por otro, seguiríamos así, acurrucados, dejando pasar el tiempo.
Esa es la sensación que tenemos después de una enfermedad, el periodo de convalecencia. A algunos les parecerá molesto y tendrán ganas de que pase. A otros nos parece reparador, un espacio para reflexionar, leer a ratos, volver a disfrutar poco a poco de cómo la vida, las sensaciones más primarias, el aire, el sol… nos va invadiendo poco a poco y nos estimula las ganas de entrar, de volver a ella.
Y en ese periodo tenemos oportunidad de reflexionar sobre nuestra vida, lo que nos gusta más y lo que menos, lo que desearíamos cambiar. Es ese ejercicio que vamos haciendo en cada convalecencia y que, la mayoría de veces, se queda ahí porque, a la hora de la verdad, las viejas rutinas se imponen y volvemos a lo de siempre.
Este golpe coronavírico ha sido fuerte. Fuerte y global. Las consecuencias aún pueden ser más desastrosas. Por ello, sería bueno que ese ser vivo llamado humanidad no volviera a las viejas rutinas, sino que su convalecencia, la convalecencia de cada uno de nosotros, nos llevara a cambios sustanciales y globales.
No soy muy optimista pero por desear que no quede. Y por contribuir, cada uno de nosotros desde nuestros pequeños cambios, tampoco.
Confinamiento
Tiempo habrá para ver si las medidas de confinamiento han sido las más adecuadas y, sobre todo, si se han hecho también de forma correcta por parte de todos, sobre todo los que nos gobiernan. Está claro que esta es una situación nueva, que no hay precedentes y que nadie tiene las claves de cómo hacerlo correctamente, pero también hay experiencias distintas en distintos países que con grados de aislamiento diferentes, o inexistentes, están logrando mejores resultados.
Sin embargo, empieza a haber estudios que nos indica que los virus sí conocen de clases sociales y de confinamiento. En efecto, los barrios menos favorecidos son los más afectados. No importa el país, ni el hemisferio; las tasas de contagio son más elevadas en las zonas menos favorecidas. Y, aventuro, las consecuencias del confinamiento serán ahí mucho peores. Es que no es lo mismo estar confinados en una casa con jardín y piscina (no tengo nada contra esas casas ni sus propietarios) o hacerlo en un bloque de 10 pisos de 50 metros cuadrados cada uno.
Y es que la pobreza sigue siendo uno de los principales determinantes de la salud pública. No es el colesterol, ni el azúcar, ni el número de hospitales, ni el de respiradores o ucis. Lo son más los estilos de vida personal y las circunstancias de las personas… O sea, el código postal, como bien dice mi colega José Ignacio.
Algunos de los problemas del coronavirus y del confinamiento (vivencias de la propia enfermedad, insomnio, ansiedad, comunicación, ejercicio físico, etc.) los hemos ido abordando en algunos posts en este mismo blog y lo seguiremos haciendo. Otros, aunque los intuimos, aún no han ni aparecido pero estaremos atentos.
Información y sobreinformación
Como dije en otra entrada, esta es la época más informada de la historia y, sin embargo, es en la que más desinformados estamos. Pues sí. En concreto, sobre el coronavirus circulan tantas teorías, conspiranoias, bulos y directamente, mentiras, que lo más higiénico, emocionalmente hablando, es tomarlo con distancia y a la dosis justa.
En Terapia Breve sabemos que mucha información sobre un tema genera ansiedad y miedo. Lo contrario, ninguna información, incertidumbre y ansiedad. Por tanto, como casi siempre, el equilibrio, la moderación, como decía San Agustín, es lo más difícil pero lo más aconsejable.
Mi recomendación, entonces, es: informarse una sola vez al día y no hablar más sobre ello. Hablar constantemente sobre algo y que el tema de nuestras conversaciones gire siempre alrededor de lo mismo empeora, a la larga, nuestro estado.
Cómo afrontar el tiempo libre
Estas no son unas vacaciones y no habría que tomárselo así (para las personas que no tienen que trabajar, por supuesto). Al principio puede ser agradable la inactividad pero después, es fácil que venga la frustración. En Terapia Breve también sabemos que una actividad placentera, cualquiera que sea, cuando nos la imponen, cuando nos obligan, deja de ser placentera y puede ser hasta torturante.
O sea, marquémonos unos horarios y diferenciemos el ocio del “trabajo”, los días laborales de los festivos. No andemos en pijama todo el día, ni para salir en videoconferencia. Diferenciemos. Establezcamos, también, unos horarios de sueño adecuados.
Convivencia familiar
En este apartado recuerdo el post de mi amigo Guillermo sobre la comunicación en tiempos de coronavirus y añado alguna recomendación más:
- Siempre que se pueda, establecer espacios físicos diferentes en los que poder estar y tener un espacio propio para cada miembro de la familia, a ser posible. O turnarse, si es necesario.
- Igual que cada uno debe tener y hacer sus propias actividades, fomentar, además, las actividades familiares, ahora que podemos. Juegos, bromas, ejercicio físico, películas, etc.
- Hablar en pareja y en familia, ahora que también se puede, no sea que algún día lo vayamos a echar de menos. El cómo, lo explica bien Guillermo en su post y yo en mi vídeo adjunto. Por resumir, cuidemos, sobre todo, las palabras, esas que, como en la cita de Gandhi que comento en el vídeo, se convierten, al final, en nuestro destino
Aprendizaje global
No voy a decir esa frase, tan manida ya, de que las crisis son oportunidades, pero es cierto que nunca se nos ha mostrado tan claramente como en esta época de confinamiento la realidad de la interdependencia entre todos nosotros, de nosotros y el medio ambiente, de la conexión global, del conjunto. Para bien y para mal. Este último lo hemos sufrido, literalmente, en nuestras carnes. Pero tampoco nunca hemos tenido tantas oportunidades de estar juntos
y quietos
en una habitación,
las parejas,
las familias,
las ciudades,
los países,
el mundo entero.
Como siempre, nosotros decidiremos. Ojalá aprendamos y salgamos de esta convalecencia, de este confinamiento, más sabios, más generosos y más solidarios de lo que entramos.
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Que vídeo más hermoso, lleno de sabiduría y humanidad. Me ha inspirado.
Un abrazo muy fuerte y muchas gracias querido amigo.
A ti Guillermo! En HDH tenemos la gran suerte de inspirarnos unos a otros
Un fuerte abrazo
texto y vídeo oportunos y centrados en lo que necesitamos saber
abrazos
Gracias José Ignacio! Desde aquí, contribuimos en lo que podemos a clarificar estos tiempos tan extraños.
Un fuerte abrazo
Leer estas reflexiones es tan terapéutico como un tratamiento homeopático. O sea, un repaso y una revisión activadora de la conciencia. Lo más hermoso, lúcido y eficaz que podemos conseguir es compartir esa unidad entre lo que somos y lo que hacemos. Es lo que ayuda a despertar al mundo que nos rodea. Ese efecto es lo que irradia leer un post como este, amigo Gonzalo. Gracias por compartir lo que eres y lo que haces. Salud y consciencia son una misma realidad. Gracias por hacer de tu vocación esta excelente pedagogía.
Un abrazo inconfinable
Muchas gracias Sol! Efectivamente, compartir es una de las mejores cosas que podemos hacer en estos tiempos
un fuerte abrazo