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¿Cómo pueden ayudar las palabras y la homeopatía en el Cáncer? (II)

Hablábamos en el anterior post de la trascendencia de una buena comunicación médico paciente en general y en este tema en particular. “Rectificar los nombres” que decía Confucio, en un momento como el actual en el que en casi todos los ámbitos, sobre todo en el social y político,  las palabras ya no significan o incluso se les dota de un significado opuesto al que representan.

En este sentido, como médicos, creo que debemos ser especialmente sensibles al significado no ya de nuestras palabras sino de nuestra comunicación global y ser conscientes de que tenemos en ellas una herramienta inmejorable.

Volviendo a los aspectos a tener en cuenta:

Hablar en positivo

Hablar en positivo es sumamente difícil. Observemos cómo para comunicarnos con nuestro entorno (y con nosotros mismos) utilizamos con mucha frecuencia el “no”. No hagas esto, no deberías haber hecho aquello… Así,  en vez de decir lo que hay que hacer o decir, afirmamos lo contrario. Pero es que los enunciados negativos no existen en el mundo no verbal. Para hacer caso a una orden negativa primero tenemos que visualizarnos haciendo aquello y después anteponer un “no”. Eso es lo que hacen los niños y lo que hace nuestro cerebro adulto, un poco de forma inconsciente, pero con claras repercusiones en nuestra vida cotidiana. Porque visualizarnos haciendo aquello que no debiéramos hacer o decir ya nos dirige hacia ello. Por ejemplo, es mucho más efectivo decirle a un niño que “recuerde algo” que “no se olvide de algo”… La diferencia parece muy sutil pero es demoledora a efectos comunicacionales. En este segundo caso estamos induciendo al niño a que se olvide de eso que queremos que recuerde.

En el mundo  de la comunicación y de la hipnosis el “no” no tiene demasiado valor en sí mismo. Tanto se puede se puede hacer una inducción hipnótica diciéndole a alguien que “cierre los ojos” como que “no cierres los ojos”. En ambos casos el efecto es el mismo: cerrar los ojos. Y esa es la enseñanza que debemos aprender.

Por eso es tan importante ante una persona con una enfermedad grave hablar de aquello que ha de hacer y no tanto aquello que no. Y recordemos que siempre hay esperanza, del tipo que sea, para esa persona.

Aspecto diferente y que también nos gustaría mencionar, es esta moda de tener que ser positivos a toda costa durante una enfermedad grave. Hay un dicho oriental que dice que “con tu mente no puedes engañar a tu mente”. Y eso es lo que muchas veces sucede aquí. Todo el mundo, médicos, enfermeras, familiares se aprestan a decirle al paciente, con la mejor voluntad posible, que tiene que “ser positivo” y él se esfuerza en sonreír y sacar fuerzas de flaqueza… Pero la mente funciona de otra manera y cuanto más te esfuerzas en apartar de ti algo (la tristeza o el miedo por ejemplo) más te vienen pensamientos tristes y desgraciados. Por eso no me parece nada útil esa positividad forzada.  Hay que dejar un espacio, determinado y concreto según nuestra experiencia, a esos pensamientos (reales) de tristeza, miedo e incertidumbre. Así, bien encaminados nos van a hacer mucho menos daño y nos van a dar la oportunidad, una vez agotados, de dirigir nuestras menguadas fuerzas hacia aspectos mucho más positivos y fructíferos.

Autoprofecias que se cumplen

Otro aspecto a tener en cuenta y que se da con cierta frecuencia es lo que se denomina “Autoprofecía que se cumple” tan bien estudiada por Watzlawick  y colaboradores de la Escuela de Palo Alto.

Se trata de un fenómeno en el que al predecir algo sobre una cuestión tanto el que la predice como el que la oye tiende a hacerla realidad. De esta manera construimos lo que luego padecemos.

Hay numerosos ejemplos de ello en casi todos los campos. Por ejemplo los economistas saben bien que hacer saltar el rumor de que la bolsa va a subir puede hacer que suba. En docencia es célebre el experimento que llevó a cabo Rosenthal en los años sesenta: al inicio de un curso escolar se le dice a varios profesores que una serie de niños son especialmente inteligentes y aptos por una serie de pruebas que se les ha realizado. Y al final de curso, evaluando todos los aspectos, se comprueba que estos alumnos han tenido mejores calificaciones y han sido mejor valorados en cuanto a la actitud que el resto. Ni qué decir tiene que en tal experimento, los niños se eligieron al azar. Pero al predecir de manera creíble sobre la inteligencia de los niños se hace que el profesor se fije especialmente en ellos y que los trate quasi imperceptiblemente de forma diferente y los niños a su vez también reaccionan favorablemente a ese trato y atenciones.

O sea que, en nuestro caso, a veces nuestro colega médico ante unas pruebas que no están del todo claras se arriesga a decir, según su experiencia y con la mejor de las intenciones, que él “cree” que esto se trata de tal tipo de tumor y entonces su pronóstico es tal. Este acto, aparentemente banal y, repetimos, hecho con la mejor voluntad del mundo, tiene profundas implicaciones. El facultativo, casi sin darse cuenta, va a tener tendencia ante las futuras pruebas a evaluarlas tal como lo previó (siempre obviamente que éstas sigan sin ser del todo definitivas) y el paciente a comportarse en cuanto a su salud tal como le pronosticaron.  El efecto como vemos es doble y, por tanto, muy potente.

Bien, pues así llegamos al final de este recorrido en el que hemos mostrado algunos aspectos en la relación del médico y los pacientes. Seguro que podrían añadirse algunas más. El resumen de todo ello es que con todo el arsenal médico y tecnológico que tenemos a nuestra disposición muchas veces nos olvidamos de lo que aún ahora es tanto o más importante en cualquier  terapéutica. Algo que está en la base de la medicina desde su origen y de cualquier otro método que busque la mejoría en las personas. Algo que es difícilmente objetivable y cuantificable y por ello es remiso a parecer en las estadísticas y en los estudios científicos.

Y sin embargo, algo de lo cual todos tenemos la experiencia cierta de sus profundos efectos. Sí, ese algo son las palabras, la comunicación (verbal y no verbal)… todo aquello, en definitiva, que nos hace humanos y que, como tales, nos hace querer curar o aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes.

Nota: agradezco a los Dres. Natàlia Eres y J. Vidal-Jové  del Institut Khuab sus sugerencias.

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